Thursday, June 29, 2006

Abrojo

ojo con esta mujer
que parece que estaba antes que yo
que no destiñe
que se queda donde la ponés
que se anima a darles pan los maderos de san juan

ojo porque se está yendo la neblina
y cuando hace frío ya no siento calor
y ya tengo tiempo de ignorar el reloj
y cuando quiero algo lo busco donde estoy

se va achicando para acá la herida
se parecen más los mapas a la tierra
se animará pronto a callarse el cantor

como las gotas
como el pie

por primera vez

Tuesday, June 20, 2006

Un cuento del archivo: "Esta no"

Esta no.

Nadie quería estar en el regimiento de Granaderos a Caballo.
La idea dominante en los que hacíamos el servicio militar era irnos.
De franco, de licencia, de baja… cualquier excusa que nos llevara del otro lado de esos muros era buena.
Generación tras generación, año a año, el aliento y el olor de cientos de soldados que se querían ir parecía haber penetrado las paredes de esos edificios y signado el carácter del lugar. En las grietas y las sombras de ese conjunto de edificios se juntaba la angustia colectiva como un liquen. Estaba compuesto por cinco barracas llamadas cuadras donde dormíamos los mil soldados. Un comedor y una cocina. Caballerizas para unos doscientos caballos. Casino de oficiales y de suboficiales. Talleres, oficinas y algunas otras dependencias a las que nunca tuve acceso. La guardia. Y la enfermería.
En un regimiento donde nadie quería estar había diferentes zonas según las intensidades de no querer. De todos los lugares, la enfermería quizá sea el que mejor competía con el calabozo en la lucha por el primer puesto.
Quién quiere estar enfermo. Quién quiere estar enfermo en manos de gente que no quiere estar allí. Quién quiere estar enfermo en manos de soldados que no eligieron ser enfermeros pero se les ordenó que lo fueran.
Una neumonía me llevó a esa enfermería con más de cuarenta y un grados de fiebre.
Mientras la fiebre era una excitación, al principio, alcancé a hablar con un médico y le oí decir que me dieran inyecciones con un cóctel de varios antibióticos y dipirona. Le dije que no quería antibióticos pero me ignoró. Dos por día. La primera fue dolorosa. La segunda también. Pero la tercera y todas las que vinieron después cayeron sobre tejidos ya doloridos y fueron peores. Entre una y otra la fiebre volvía a los cuarenta grados. Y al bajar, con el efecto de los remedios, transpiraba tanto que empapaba las sabanas, la manta y el colchón y al rato estaba temblando de frío en esa trampa mojada.
A pesar del infinito dolor de cabeza y la debilidad, me las ingenié para conseguir unos diarios cada vez que me inyectaban. Los desplegaba dentro de la cama y me acostaba sobre ellos. Entonces empapaba el papel y se mojaba menos el colchón y la ropa de cama. Después tiraba esos diarios ensopados y el pijama al pie de la cama y me quedaba la maravilla de una camita seca para estar desnudo, solo, quieto y en silencio.
Una noche me despertó un mal sueño. El miedo, en medio de la noche no encuentra oposición y se hace dueño hasta que uno se despierta más y empieza a controlarlo todo lo que pueda. Finalmente junte fuerzas y busqué con los pies las chancletas para ir al baño. El baño estaba a oscuras pero llegaba la luz del cuarto donde dormía el enfermero de turno. Además uno ya se lo conocía medio de memoria. Mijitorios enfrentados a letrinas sin puertas por un lado y lavatorios por el otro. En la segunda letrina me esperaba la muerte.
La reconocí como se reconoce a la madre, sin duda alguna. Todo el miedo que había logrado controlar me empezó a gritar en los oídos y yo sentía que no tenía fuerzas para hacerle caso a tanto terror.
Empecé a decir que no, con la misma pasión y ritmo con que los amantes repiten el sí. Me miró sin expresión hasta que entendió que estaba aterrado. Eso pareció confundirla, contrariarla o desilusionarla. Estaba vestida casi como en los dibujos. Era un hombre, feminoide pero fuerte y grande. Tenía la típica capucha negra y la cara se veía poco (creo que era un buzo negro de esos que usan los boxeadores). En medio de mi terror estaba muy atento a sus reacciones. Tenía esperanzas de convencerla. Su disgusto ante mi insistencia me angustiaba más, parecía que estaba en la naturaleza de la muerte nunca dejarse convencer y que mi insistencia demostraba ser el camino equivocado.
Vi del disgusto pasaba a la irritación y que me hablaba: “Miedo?” me dijo “Miedo!?... nadie jamás llega con miedo a este punto… ¿qué te pasa?” y ese “que te pasa” no era una pregunta sino una sentencia. Yo no le servía. Me dio la espalda, una espalda temblorosa de desilusión. Mi pesadilla de toda la vida se estaba concretando: ser el único que falle. “Nadie más” había dicho ella. Todos los otros logran entender. Nadie se queda aferrado al estúpido miedo cuando llega el momento importante de soltarlo. Y me quedé sólo en el baño recuperando mi debilidad, hasta que entendí las consecuencias.
Entonces corrí tras ella. La busqué inútilmente en todo el regimiento. Semidesnudo y desoyendo las advertencias de los soldados que hacían guardia que, al no haber respondido debieran haber tirado al aire primero y ametrallarme después. Pero no me mataron ellos ni se agravó la neumonía por andar desabrigado y descalzo a esas horas de la noche. El riesgo había abandonado mi existencia.
No encuentro a quién pedirle perdón. No sé cuáles de mis excusas puedan ser valederas. Me repito, tratando que eso sea convincente, que yo no pedí nacer. Pero no tengo con quién hablar. Temo que la sentencia sea definitiva. Intuyo que la muerte no perdona.

Gran concurso "Que decía en tu pared?" y ganate un aerosol por semana.

Sólo para exigentes.
Todos los pemios se entregan de verdad. No afanamos más del diez por ciento.
Decinos un grafiti que te haya gustado y si las últimas veinte letras coinciden con uno que decimos nosotros te llevas una corneta para alentar a la selección.
Si perdés tenés que hacer como los esquimales que se joden y no se calientan.
Además los perdedores reciben un consuelo gratis: no te hagas problema todo el mundo pierde alguna vez... seguí participando.

El poder de la pared

Pensá una frase. Decila. Escribila. Anaizala. Abandonala.
Al día siguiente pintala en una pared de una calle cualquiera. Recién ahí vas a ver como explota.
Qué tendrá la pared?
En una avenida del centro que se acercaba a San Telmo vi escrito en el frente de una casa vieja: "Es indispensable bailar" fue en los años 70 y todavía lo recuerdo de vez en cuando. Dicha o escrita en papel la frase es una tibia conjunción de palabras, una idea debil. Puesta en la pared... algo cambia.
En Ecuador apareció en un gran muro una mañana: "No sé qué poner"
Él no sabía pero la pared le dio sentido.

Debe haber algo equivalente para la vida de uno.

Tuesday, June 13, 2006

Teorías confabulatorias.

En usa ya no se fuma pero cada vez venden más cigarrillos al tercer mundo.
Los que más leyes quieren contra la droga son quienes se hacen ricos con ella.
Las viejas jubiladas de Miami tienen acciones en las fábricas de armas.
Bush sabía que iban a atacar y usó la caída de las torres para hacer lo que se le dio la gana, invadir, matar y meterse el dedo en la nariz.
Los de la coca son accionistas de la pepsi.
La belleza no existe, es un invento para que sigamos siendo felices y no nos suicidemos masivamente.
Las abejas son espías de la KGB que planean reinstituir la unión soviética.
Lo de que todos nos tenemos que morir es un camelo, hay gente que vive para siempre con la energía que sacan de los cadáveres de los que no estamos acomodados (Mirta Legrand es una de los acomodados)
En China hay sólo diez millones de habitantes distribuidos y amuchados estratégicamente en lugares donde vamos los occidentales. El resto es un desierto donde crían hongos venenosos a pedido del último emperador en su testamento.
Todos los crímenes que hay en la argentina se deben a que Menem privatizó la revolución del Che Guevara y se la vendió a una gran corporación yanki que montó un sistema de franquicias y la vendió en tres versiones: Para chorros de la villa, de clase media resentida y pibes de la patria financiera que se aburren si no arriesgan la vida.
El número que usted discó no existe y posiblemente... usted tampoco.



Hacemos un llamado a la solidaridad de los lectores:
Para pacientes bajo tratamiento en nuestra institución, que padecen de inocencia, escépticismos, desinformación, bondad, síndrome de nah, mediocridad blanda y patriotismo...
Se requiere:
- sangre de cualquier tipo y factor con alto contenido de paranoia y delirios persecutorios.
- alimentos adulterados
- adúlteros alimentados
- políticos en desuso
- negociados y tramaoyas
- teorías confabulatorias nuevas y motivadoras
- de las otras
- guita

Sunday, June 11, 2006

Simón y Mateo

Dar en el blanco produce un reflejo sobre el tirador. Y así, el tirador encuentra también su centro. Como si reviviera marcha atrás el lanzamiento y viniera a dar en su corazón la pureza del acierto y el sonido perfecto de la flecha limpiara de asimetrías el desequilibrio de su alma.
Muchas fuerzas buscan el centro. Estoy pensando en una que es primal. Que viaja por el tiempo brotando como lava por miles de orificios y enhebrando generaciones despanzurradas. Que arranca camisas pantalones y corpiños. Que gambetea obstáculos, encuentra excusas, sombras, cómplices y escondites. Una fuerza que insiste cuando los controles se distraen. Que, cómo el agua, encuentra o produce su camino y hace en el desierto los oasis y en el techo las goteras. Que desespera y espera y acecha y lucha y vence cada vez que puede.
Esta fuerza es lo que me hizo. Disfrazada de flirteos, presentaciones, bailes formales, miradas, roces, manos y humedades, avanzó como el taladro de la madera abriendo un túnel por el que llegué. Soy de esa esencia de broca penetrante y he buscado yo mismo las señales del destino, apartando malezas del camino. Hablé, miré, toqué, empujé. Recurrí a palancas y usé engaños y con los codos me abrí paso año a año hasta que oí el canto del centro sometido y empezó a explotar la bomba de la carne en ese lento crecer de las mujeres que es el húmedo big bang del hijo producido.
Dar en el blanco produce un reflejo sobre el tirador. El hijo habla. El hijo abraza y besa y hace. Adquieren nombres propios. Se llama Simón y Mateo. Se van y vuelven. Enferman y sobreviven. Son buenos. Inteligentes. Han tomado la cultura y la trabajan. Crean y recrean. Cambian y hablan con otros. Usan el talento en grandes dosis. Hacen el bien. Piensan. Meditan. Son lindos. Quieren y son queridos. Dan de comer. Cuidan. Escuchan. Se equivocan. Iluminan algunas cosas. Están abiertos. Aprenden. Estudian la realidad y sacan conclusiones… Todos estos verbos apenas trazan una sombra de silueta. El sonido del impacto en el centro que hacen es más concreto. Tiene todas las notas y a la vez es tan breve y sorpresivo, que cuando intento atraparlo para ver como es, o meterlo en mi bolsillo, quedan sólo algunos signos de pregunta. Como ganchos, para escalar el cielo.

Wednesday, June 07, 2006

El crimen perfecto

Hubo que tener en cuenta que ya casi nadie confía en la policía.
Que hacer una denuncia es un asunto engorroso que la mayoría prefiere evitar. Que en la misma denuncia se pueden cometer errores y vicios de nulidad absoluta con lo cual se hace imposible lograra una condena. La calidad de los testigos en esto es una pieza crucial.
Elegí una víctima a quien fuese difícil echar la culpa de su propia muerte. Alguien al respecto de quien no hubiese un unánime “se la buscó”. No hay tantas.
Tras largas investigaciones di con una seccional y un turno donde la corrupción no hubiese desplazado totalmente a la eficiencia. Pero imagínense lo difícil que fue después hacer coincidir la víctima, los testigos, y el comisario de turno adecuado.
En el momento de la acción, no es sencillo hacerse ver claramente: los testigos en pánico sólo miran para dónde escapar. Y cuando recuerdan algo suele ser el color de la bufanda o cualquier estupidez accidental. Pero yo planeé la escena del crimen para darle serenidad a los terceros y puse mi cara en el centro de atención. No es poca cosa a lograr en un evento improvisado.
Hubo que ensuciarse las manos con gestores, coimas y cabildeos previos en los juzgados para acomodar anticipadamente las cosas y no caer en manos de un juez garantista.
Pero el mayor mérito estuvo quizá en evitar lo que a cualquiera se le hubiese pasado y yo preví: Los vivos esos que se presentan a confesar cualquier crimen notable y te arrebatan el botín a último momento.
No. No hubo un detalle sin cuidar.
He conseguido en buena ley mi celda oficial, legítima y merecida.
Estoy a salvo de toda esa inseguridad.

Saturday, June 03, 2006

Foto movida (Pp P 5)

Lo que volvió de la hermana de Pepe fue una foto movida de sus prioridades. Algo entre las cejas y los párpados estaba borroneado. El brillo de la mirada, sucio, y el mechón que a la mañana tenía la gracia de la pincelada fresca se había erizado y parecía un áspero vuelo de moscas detrás de su oreja.
No habló y se fue a su cuarto.
Pepe vio la imagen pero tardó en entender que eso era el fin del periodista.

Thursday, June 01, 2006

Cambio de prioridades (Pp Pensando 4)

La hermana de Pepe sale del baño, saluda alegremente a los padres y a Pepe que están desayunando y se va hacia la puerta diciendo no vuelvo a almorzar .
Pero nena, exclama la madre, no desayunás?
Más tarde, se le oye decir justo antes de cerrar la puerta y en el crujido que hace el cereal entre las muelas de Pepe aparece una idea: se enamoró.
Un cambio de prioridades sólo puede responder a una fuerza vital importante como la de la reproducción, piensa Pepe. Inmortalizarse en los hijos, haber encontrado un instrumento aceptable y dispuesto como el periodista este. Todo el sistema hermana se conmociona y se reordena en función del nuevo objetivo y se saltea el desayuno porque la causa es prioritaria. Pero no se saltea el baño ni el saludo de la mañana ni se despierta hablando etrusco en vez de castellano. No es fácil cambiar las prioridades.
En la película El Día Después, recuerda Pepe, una familia conmocionada por las noticias de que están explotando bombas atómicas decide huir pero la madre no ha terminado de hacer las camas y se resiste a dejarlas sin hacer.
La mayoría de los conflictos internos de las empresas se deben a que diferentes sectores reclaman los servicios de un proveedor interno que tiene recursos limitados. Cada sector quiere darle prioridad a lo suyo y no hay quien diga que es prioritario.
El clima está cambiando. Lovecraft ha dedicado su vida al estudio de los ecosistemas de la Tierra y es, según un profesro de Pepe, la persona que más probabilidades tiene de saber qué es lo que pasará en el futuro con el sistema planeta. Y Lovecraft lo está dciendo por televisión en un reportaje de BBC o National Geographic: Nos quedan cincuenta años. La población mundial se reducirá a trescientos millones que vivirán en los polos. Hay que pensar cómo hace ese grupo para preservar la civilización. Pepe se da cuenta de que la cosa es importante. Papá, vení a ver esto. El padre aparece con las llaves del auto en la mano y le dice no puedo Pepe, estoy yendo a buscar a Mamá que tenemos que ir al cine con los Loyola.
Pepe se queda solo y el tema es fascinante y aterrador. Merece una cerveza. Mientras mira y toma se imagina posibles acciones que él tendría que encarar. Escribir una carta a un diario. Meterse en un partido político. Quizás algo más radical: tomar un canal de televisión.
Suena el teléfono. Juani y un amigo nuevo que tiene se van ya a la barra y lo pasarían a buscar en cinco minutos. Le dice que no. Que está viendo algo muy importante. Juani insiste y le recuerda que él está en contra de ver televisión. Pepe le explcia, con la madurez de quien sabe que se acaba el mundo, que en determinadas circunstancias ocurren cambios de prioridades. Cuando corta va hasta la heladera y agarra otra cerveza. No le importa que su padre se de cuenta.