El acto erótico de negociar.
Una vez le pregunté a una inglesa cual era la palabra más erótica y me contestó sin dudar: “yes”.
En su momento me impactó como una respuesta brillante y con el paso del tiempo cada vez le encuentro un significado más profundo.
El erotismo es en esencia una fuerza vital de logro, avance, desarrollo, perpetuación de la especie, gozo de la vida.
Si tuviera que graficarlo dibujaría una flecha, un vector, yendo hacia delante.
Cuando el impulso vital encuentra obstáculos pelea o negocia.
El impulso vital está en todo lo que queremos hacer. La libido que anima al deseo sexual no está ausente en el entusiasmo del deporte, la ambición del trabajo, la inspiración artística, la temeridad del aventurero, la determinación del cazador, la vehemencia política, la pasión religiosa.
Sea en el ámbito que sea, en el camino a su realización este vector puede toparse con la necesidad de obtener permisos, colaboración, recursos. Lo que no siempre será fácil de obtener. Con frecuencia los otros, de quienes el impulso desea obtener un sí, traen su búsqueda simétrica. Si no, ¿para qué se sentarían a negociar?
Es frecuente que hablando de negociación la gente use metáforas referidas a la pareja y al cortejo, a la penetración, al consentimiento. Al sí o al no del potencial amante. En negocios se habla de la conveniencia de noviazgos antes de concretar, y de personas que son pura incitación pero nunca van a la cama.
Si destilamos la negociación y quitamos todo lo superfluo para llegar a las moléculas básicas de su esencia, encontraremos a dos personas tratando de obtener un sí a alguna cosa. No hay otra palabra allá, en las profundidades de la sencillez.
Si Eros es vida, el no es la muerte.
Sin embargo, si miramos la negociación sin destilarla a su esencia, encontraremos un complejo baile de cortejo lleno de elementos que con frecuencia impiden ver con claridad la cuestión principal.
En muchas de las negociaciones se podría proponer: “saquémonos la careta, decime en tres palabras lo que querés y yo te digo lo que yo quiero” y la negociación funcionaría mejor. En cierta forma es lo que propone Roger Fisher cuando habla de pasar de posiciones a intereses, o Marshal Rosenberg cuando sugiere concentrarse en las necesidades.
Como dice la canción:
No es tan compleja la vida,
hay dos o tres sentimientos,
las verdades son mentira.
Entonces surge esta pregunta: ¿Si es más fácil ir directo al interés o la necesidad en busca de un sí o un no, por qué optamos por el camino difícil?
Es necesaria una gran sinceridad con uno mismo para contestar.
Se sincero contigo mismo y seguirá a ello, como la noche sigue al día, que no podrás ser falso con hombre alguno. Shakespeare.
En esto no cuento con más herramienta para contestar que mi propia sinceridad con migo mismo, y a esa no la tengo en gran estima. Pero creo que el lector podrá hacer su propio análisis. Sea cual sea la respuesta, creo que la pregunta en sí es el punto de partida de una mejora en las negociaciones. Por las oscuras grietas de la mente se filtrará mientras dormimos y mañana seremos un poco más concientes de la meta real.
Es posible que los desvíos sean obra del temor.
Y nada debilita más a ese villano que sentirse expuesto a nuestra mirada.
Darse cuenta es el primer paso.
Lo demás viene solo.
Posiblemente en el futuro estemos más atentos a entender el sí que quiere el otro. Más dispuestos a escuchar sus complejos argumentos sin interrumpir… hasta destilar al voleo su interés.
Y escucharnos a nosotros mismos también.
Y proponer una relación en que ambos podamos intercambiar la satisfacción de nuestra necesidad real. Como en el amor.
En su momento me impactó como una respuesta brillante y con el paso del tiempo cada vez le encuentro un significado más profundo.
El erotismo es en esencia una fuerza vital de logro, avance, desarrollo, perpetuación de la especie, gozo de la vida.
Si tuviera que graficarlo dibujaría una flecha, un vector, yendo hacia delante.
Cuando el impulso vital encuentra obstáculos pelea o negocia.
El impulso vital está en todo lo que queremos hacer. La libido que anima al deseo sexual no está ausente en el entusiasmo del deporte, la ambición del trabajo, la inspiración artística, la temeridad del aventurero, la determinación del cazador, la vehemencia política, la pasión religiosa.
Sea en el ámbito que sea, en el camino a su realización este vector puede toparse con la necesidad de obtener permisos, colaboración, recursos. Lo que no siempre será fácil de obtener. Con frecuencia los otros, de quienes el impulso desea obtener un sí, traen su búsqueda simétrica. Si no, ¿para qué se sentarían a negociar?
Es frecuente que hablando de negociación la gente use metáforas referidas a la pareja y al cortejo, a la penetración, al consentimiento. Al sí o al no del potencial amante. En negocios se habla de la conveniencia de noviazgos antes de concretar, y de personas que son pura incitación pero nunca van a la cama.
Si destilamos la negociación y quitamos todo lo superfluo para llegar a las moléculas básicas de su esencia, encontraremos a dos personas tratando de obtener un sí a alguna cosa. No hay otra palabra allá, en las profundidades de la sencillez.
Si Eros es vida, el no es la muerte.
Sin embargo, si miramos la negociación sin destilarla a su esencia, encontraremos un complejo baile de cortejo lleno de elementos que con frecuencia impiden ver con claridad la cuestión principal.
En muchas de las negociaciones se podría proponer: “saquémonos la careta, decime en tres palabras lo que querés y yo te digo lo que yo quiero” y la negociación funcionaría mejor. En cierta forma es lo que propone Roger Fisher cuando habla de pasar de posiciones a intereses, o Marshal Rosenberg cuando sugiere concentrarse en las necesidades.
Como dice la canción:
No es tan compleja la vida,
hay dos o tres sentimientos,
las verdades son mentira.
Entonces surge esta pregunta: ¿Si es más fácil ir directo al interés o la necesidad en busca de un sí o un no, por qué optamos por el camino difícil?
Es necesaria una gran sinceridad con uno mismo para contestar.
Se sincero contigo mismo y seguirá a ello, como la noche sigue al día, que no podrás ser falso con hombre alguno. Shakespeare.
En esto no cuento con más herramienta para contestar que mi propia sinceridad con migo mismo, y a esa no la tengo en gran estima. Pero creo que el lector podrá hacer su propio análisis. Sea cual sea la respuesta, creo que la pregunta en sí es el punto de partida de una mejora en las negociaciones. Por las oscuras grietas de la mente se filtrará mientras dormimos y mañana seremos un poco más concientes de la meta real.
Es posible que los desvíos sean obra del temor.
Y nada debilita más a ese villano que sentirse expuesto a nuestra mirada.
Darse cuenta es el primer paso.
Lo demás viene solo.
Posiblemente en el futuro estemos más atentos a entender el sí que quiere el otro. Más dispuestos a escuchar sus complejos argumentos sin interrumpir… hasta destilar al voleo su interés.
Y escucharnos a nosotros mismos también.
Y proponer una relación en que ambos podamos intercambiar la satisfacción de nuestra necesidad real. Como en el amor.