Tuesday, January 22, 2008

El acto erótico de negociar.

Una vez le pregunté a una inglesa cual era la palabra más erótica y me contestó sin dudar: “yes”.
En su momento me impactó como una respuesta brillante y con el paso del tiempo cada vez le encuentro un significado más profundo.
El erotismo es en esencia una fuerza vital de logro, avance, desarrollo, perpetuación de la especie, gozo de la vida.
Si tuviera que graficarlo dibujaría una flecha, un vector, yendo hacia delante.
Cuando el impulso vital encuentra obstáculos pelea o negocia.
El impulso vital está en todo lo que queremos hacer. La libido que anima al deseo sexual no está ausente en el entusiasmo del deporte, la ambición del trabajo, la inspiración artística, la temeridad del aventurero, la determinación del cazador, la vehemencia política, la pasión religiosa.
Sea en el ámbito que sea, en el camino a su realización este vector puede toparse con la necesidad de obtener permisos, colaboración, recursos. Lo que no siempre será fácil de obtener. Con frecuencia los otros, de quienes el impulso desea obtener un sí, traen su búsqueda simétrica. Si no, ¿para qué se sentarían a negociar?
Es frecuente que hablando de negociación la gente use metáforas referidas a la pareja y al cortejo, a la penetración, al consentimiento. Al sí o al no del potencial amante. En negocios se habla de la conveniencia de noviazgos antes de concretar, y de personas que son pura incitación pero nunca van a la cama.
Si destilamos la negociación y quitamos todo lo superfluo para llegar a las moléculas básicas de su esencia, encontraremos a dos personas tratando de obtener un sí a alguna cosa. No hay otra palabra allá, en las profundidades de la sencillez.
Si Eros es vida, el no es la muerte.
Sin embargo, si miramos la negociación sin destilarla a su esencia, encontraremos un complejo baile de cortejo lleno de elementos que con frecuencia impiden ver con claridad la cuestión principal.
En muchas de las negociaciones se podría proponer: “saquémonos la careta, decime en tres palabras lo que querés y yo te digo lo que yo quiero” y la negociación funcionaría mejor. En cierta forma es lo que propone Roger Fisher cuando habla de pasar de posiciones a intereses, o Marshal Rosenberg cuando sugiere concentrarse en las necesidades.
Como dice la canción:
No es tan compleja la vida,
hay dos o tres sentimientos,
las verdades son mentira.

Entonces surge esta pregunta: ¿Si es más fácil ir directo al interés o la necesidad en busca de un sí o un no, por qué optamos por el camino difícil?
Es necesaria una gran sinceridad con uno mismo para contestar.
Se sincero contigo mismo y seguirá a ello, como la noche sigue al día, que no podrás ser falso con hombre alguno. Shakespeare.
En esto no cuento con más herramienta para contestar que mi propia sinceridad con migo mismo, y a esa no la tengo en gran estima. Pero creo que el lector podrá hacer su propio análisis. Sea cual sea la respuesta, creo que la pregunta en sí es el punto de partida de una mejora en las negociaciones. Por las oscuras grietas de la mente se filtrará mientras dormimos y mañana seremos un poco más concientes de la meta real.
Es posible que los desvíos sean obra del temor.
Y nada debilita más a ese villano que sentirse expuesto a nuestra mirada.
Darse cuenta es el primer paso.
Lo demás viene solo.
Posiblemente en el futuro estemos más atentos a entender el sí que quiere el otro. Más dispuestos a escuchar sus complejos argumentos sin interrumpir… hasta destilar al voleo su interés.
Y escucharnos a nosotros mismos también.
Y proponer una relación en que ambos podamos intercambiar la satisfacción de nuestra necesidad real. Como en el amor.

Thursday, January 17, 2008

Tabla

Talvez fuera China pero no vi la muralla ni la ciudad prohibida, las dos únicas cosas que hubiese reconocido. Mis padres estaban atareados en la rutina matinal. El parecía una hormiga y ella una abeja. A mi me tocaba ir al monasterio donde nos preparaban en artes marciales para una ceremonia de iniciación. Debíamos partir la clásica tabla con un golpe de puño. Puse mucho entusiasmo pero los monjes me miraban con preocupación y finalmente no fui incluido. Pasadas las festividades el monje más anciano requirió mi presencia y me arrodillé ante él, que meditaba en posición de loto. Pasó un rato hasta que habló. Me entregó la tabla que no había logrado partir en las prácticas y me dijo que debía meditar para encontrar el punto en las fibras por dónde pudiera entrar de visita. Y de nuevo el silencio. Tras un largo rato empecé a preocuparme de que no hubiese otra instrucción más que esa y nada ni nadie me rescataran nunca de esa misión equivalente a caminar en un infinito desierto.
Frecuentemente los monjes nos repetían que ante el silencio había que ejecutar la última instrucción recibida. Empecé, entonces, a meditar frente a él. A tratar de ser, en la repetición del mantra, el espacio entre las dos partes de la tabla que aún no se había partido. Cuando terminé estaba sentado en la galería de mi casa en Pilar, con un mate en la mano y la pava en la otra. El chorro de agua que salía del pico brillaba como un pececito hociqueando en la yerba. Mi hijo, del otro lado de la mesa, discutía conmigo de política. Yo había dicho algo que lo irritaba. Su súbito enojo me tomaba por sorpresa. Como si la heladera me hubiese lanzado una descarga eléctrica cuando yo pretendía tomar un vaso de jugo. Reconocí el origen del dolor. Yo había querido romper aquella tabla en vez de entrar de visita.

Wednesday, January 09, 2008

Medio transparentes

Ahora vivo en un barrio privado que tiene algo más de diez años.
Las hormigas se comportan privadamente, recorriendo los bordes de las casas y comiendo los restos de asasdo en las parrillas.
Los pájaros se comen el alimento balanceado de mi gata.
Me cuesta recordar que tanto hormigas como pájaros tienen millones de años.
Nuestro barrio privado y la Presidenta Cristina y los piquetes son como fantasmas medio transparentes que pasan lánguidos.

Thursday, January 03, 2008

Otra opción

El 31 de diciembre vino una familia amiga a festejar a casa.
Avanzada la noche, tras comidas piletas y globos aerostáticos y más pileta y más festejos, se hizo notable una invasión de botellas vacías.
Hubo que concentrarse con cierta dificultad para poner colchones en el piso del living y alojar a los cuatro como refugiados porque las rutas eran un peligro indeseable y queríamos verlos al día siguiente.
Había casi tantos mosquitos como platos y vasos sucios pero yo no encontraba aparatitos electricos para poner pastillas fuyí. Propuse dejar una lámpara prendida con una pastilla en la base caleinte de la lamparita pero fui rechazado con abucheos por padres e hijos.
En un último esfuerzo de anfitrión les puse a mano un pomo con la temeraria frase: bueno acá les dejo un off por si les hace falta.
Y digo temararia por que un rato mas tarde lo necesitaron y lo usaron en la oscuridad. Pero era en realidad una crema solar con protección 20. Esto me lo contaron los padres cuando se levantaron temprano a desayunar.
Camila, de catorce, se levantó más tarde con la típica imposibilidad de hablar que tienen los adolescentes mal dormidos. Pero Gaspar, de diez, que fue el último en despertar me miró con sus enormes ojos de dibujo animado y me dijo: "Anoche nos diste pantalla solar en vez de off." a modo de saludo.
Yo que ya había tenido tiempo de pensar le contesté:
- Claro, es que si te ponés la pantalla solar los mosquitos piensan que hay sol... y a ellos les toca picar de noche, no de día. Entonces no pican.
Me pareció ver un creciente entusiasmo en su mirada, ante mi ocurrencia, entonces me envalentoné:
- Pero hay que poner cara de que hay sol, si no ellos se dan cuenta!
Sus ojos brillaban y una sonrisa incontenible que yo confudí con complicidad se transformó de pronto en plabras:
- Si... y la otra opción- dijo - es que sos un boludo!