Monday, October 20, 2008

Las fotos que sacó Jose Saez
















Sunday, October 19, 2008

Peña sur mer


Hay un pueblo en el Norte de Francia que lleva como nombre nuestro apellido. Tienen una página en la web con este encabezdo. Me encanta que diga "sur mer " porque me hace sentir que estoy flotando. Pequeñína aldea de menos de 300 habitantes. Entre ellos un tipo que hace mantenimiento en una central nuclear de por ahí. Me hizo acordar a Homero.
Visité el pueblito con Carmen, Simón y Mateo hace como 15 años. Pedimos hablar con el alcalde y nos recibió mientras le daba de comer a sus chanchos. Le mostré mi documento para que se emocionara viendo mi apellido, pero él leía mi domicilio y repetía "Peña... Peña". No se emocionaba nada. Carmen le dijo "A la Argentine se l'iver" pero tampoco logró mucho. No se puede esperar gran cosa de una frase plagiada al libro de lectura de la alianza francesa.
De todas manera mi abuela materna se llamaba Peña. Y era mucho menos francesa que el criador de chanchos que se puede ir bien a la con de sur mer.
Pero el loguito lleno de color esta bueno ¿no?... más alegre que bulón sur mer donde envejeció el padre de la patria.
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(cualquier asociación que encuentre el lector avispado entre la palabra Chancho y la palabra Sancho será castigada por todos los medios que permita la burocracia vigente)

Saturday, October 18, 2008

El gancho que faltaba.

A la cortina de nuestro cuarto le falta un gancho.
Entonces, una porción de tela cae como un escote en "v" y deja entrar algo de luz. Sobre la pared de enfrente, a mi izquierda, se forma la imagen de un trapezoide celeste, de marco blanco, como un cuadro de ángulos dislocados. Durante todo un año he mirado esa forma en diversos estados de somnolencia y ya somos como hermanos.
Cuando estoy realista y emprendedor me pregunto de dónde saca su color celeste, o por qué es trapezoidal si la abertura de la cortina es triangular. O por qué tiene ese marco blanco.
Cuando estoy más dormido y visceral dejo que ese color sea sólo la paleta de la luz ...Que me recuerde un amanecer de adolescencia o la fragancia de un rincón florido en aquel jardín al que me mudé cuando tenía cuatro años.
Uno de los días de ánimo realista me paré y cambié la forma triangular de la cortina, pero la proyección en la pared seguía igual. Miré para afuera y vi la pileta. Desde el ángulo en que la veía, por la altura del primer piso donde está nuestro cuarto, su forma era trapezoidal. Su color celeste. Las piedras blancas del borde hacían el marco. En la pared se proyectaba su imagen como en una retina o una cámara de fotos.
Parado junto a la ventana le comenté a Maribel el descubrimiento. Ella estaba en la cama con su pelo negro contrastando con las sábanas blancas. La luz de la mañana le daba a sus ojos un brillo de verdín bajo el agua.
- Me hace acordar a cuando mi madre me obligaba a dormir la siesta en la quinta de Lincoln - dijo.
En el silencio total de nuestra casa su voz raspó unos ecos tiernos cuando dijo la palabra siesta. El reflejo de las sábanas le iluminaba la sonrisa desde abajo. Me contó que los postigos de su cuarto tenía rendijas y que en el calor de la tarde con el sol cayendo a pique, las gallinas se paseaban lentas por el patio, y que ella veía las patas aparecer y desaparecer, proyectadas en el techo de su cuarto.

Ahora puede parecer exagerado, lo se... pero en ese momento, en ese preciso instante, me pareció que nunca había sido, yo, tan feliz en mi vida.


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(a cualquier persona que intente sugerir un parecido entre la palabra Gancho y la palabra Sancho se le enviará antipática carta documento por ejercicio comedido de la interpretación )

Thursday, October 16, 2008

DNI 48.979.319

Ni bien Sancho llegó a casa, impuso un nuevo régimen de actividades habituales. Su mundo de tetas alternativas e intermitentes, pañales, provechitos y berreos, desplazó a casi todo lo demás. Encima, llovía y llovía. El sábado a las dos de la tarde se fue a la zanja un auto en la calle de tierra que, por el fondo, marca el límite de nuestro terreno. O sea que era cuestión de escuchar la lluvia, el llanto, el eructito, y la insistente acelerada del auto que patinaba en el barro. A las cinco decidí ir a darles una mano: en pijama y bajo la garúa pegué la vuelta por la guardia y llegué, mitad haciendo equilibrio y mitad resbalando, por el camino, pala en mano, bajo mi paraguas. Después de media hora de esfuerzos infructuosos con la pala, cachos de piedra, palos, pedazos de asfalto, para atrás y para adelante, volví caminando a casa a buscar el auto y una soga. Me acerqué marcha atrás todo lo que pude sin caer en la misma trampa y atamos la soga de mi auto al otro. Salió. Y volví, lleno de barro, al mundo en el que Sancho seguía empantanado ente hipoglós, toallitas húmedas, chupetes, pezoneras, cambiadores, sonajeros, talco y crema de caléndulas. Siguió lloviendo dos días más y el martes fui a dar un curso. El miércoles lo llevamos al pediatra y de paso nos fuimos a Derqui a inscribirlo en el registro civil. El pueblo de Derqui no se enteró de nada en los últimos cien años. A unos kilómetros del moderno Hospital Austral, donde nació Sancho, es tan de campo como un pueblo de La Pampa. El registro civil es un local de seis por cuatro, junto a una verdulería y una casa de fotos para cumpleaños y casamientos que ocupan espacios similares. Al bajar del auto me saluda el tipo que está parado en la verdulería. Le devuelvo un saludo impersonal tipo "buenas!" mitad mirándolo y mitad ya mirando ya pa adelante y alejándome. Me sonríe y me dice si no lo reconozco y le digo que talvez me confunde con otra persona. Me señala un auto estacionado en la vereda y me dice: Sábado, seis de la tarde. Supongo que le ha comprado el auto a alguien que se parece a mí y me imagino en problemas... pero de golpe sonríe y me lo veo agradeciéndome entusiastamente justo después de que el auto, ese mismo que está allí, saliera de la zanja, cuatro horas después de caer, el sábado a la tarde. Maribel (Sancho en brazos) se está metiendo ya en el registro así que me despido con un chau y la sigo. La oficina tiene tres escritorios y un mostrador. La gente hace la cola en la vereda. Un cartel manuscrito en la ventana dice Nacimientos a las ocho en punto dejando a la interpretación del lector las posibles consecuencias de dicha sentencia.
Maribel había llamado y le habían dicho que atendían de ocho a catorce pero todos llevamos cicatrices de otras batallas en que se demostró que el monstruo de mil cabezas es invulnerable y te muerde con la que más te duele. Atrásssss!!! gritó la empleada pública. A las ocho en punto aunque el delegado les haya dicho por teléfono que era hasta las catorce.
Le pedí que le dijera al delegado que en el futuro explicara bien por teléfono y nos fuimos puteando... pero en la vereda nos ataja mi amigo el desempantanado y nos dice que lo sigamos y entramos por puerta lateral del Registro. Nos hace sentar, habla con la chica que nos había atendido y hacemos el trámite sin siquiera pararnos en la cola.
A la salida converso con el tipo. Es el fotógrafo de sociales de Derqui. Pero recientemente le robaron todas las cámaras de fotos y video.
Sonríe.
Le veo cierto parecido con el chinito de ese cuento que siempre respondía: quien poder decil si sel bueno o sel malo...

Tuesday, October 14, 2008

Pues vi

Hoy,
Mirándome al espejo,
Caí en la nada
Pues vi lo que verías
Si no me amaras.

Monday, October 06, 2008

Sancho