Monday, September 30, 2013

Tiene hojas Super Gillette Azul para mañana?


 

Vista de bien lejos esta hoja blanca es un punto filoso, propio de una flecha… Y un  manicomio, desde la ruta, es una casona pintoresca.

Estaba tratando de ver así, desde un ángulo diferente, el tumor que me estaba digiriendo el estómago. No era fácil, porque uno no tiene una imagen visual del cáncer.  Si le doy audiencia por sólo un instante podría ser la resaca de una fiesta maravillosa que terminó a la hora del desayuno. Si lo acelero como a una película en cámara rápida podría ser un fuego que se come el celuloide. Puede ser también la punta de una madeja y tirando de ella se irá mi vida pero atrás de mí morirán uno por uno todos los que hoy me tratan con cuidado y sacan temas alegres y me preguntan vas a tomar antes de servirme vino.

Es la catapulta de todo lo que compré en mi vida y lo que tengo en el banco… a otras manos.  Es trabajo y ganancias para doctores, enfermeras, laboratoristas, visitadores médicos, secciones fúnebres de los diarios, cementerios  y sepultureros. Y una fiestita para los gusanos.  Pero se hace obvio que estoy cayendo en lugares comunes. Y eso es un derroche impensable a la hora de morirse.  Si la muerte no trae una revelación, no vale la pena morir.

Pero la revelación no puede ser con respecto al pasado… a lo terrenal… tengo que admitir que esa mirada indiferente con respecto a las novedades (que le he visto a algunos viejos que conocí de cerca) se ha ido instalando en mí. Lo hablé con el psicólogo del equipo de mi cirujano. Me dijo que para vivir hay que tener proyectos e interesarse por las cosas. Lo miré en silencio.

Cuando me dieron la novedad, mi primer impulso después de meterme en un bar y tomarme unas copas, fue comprar una moto.  Ahí está.  Antes no la compraba porque tenía miedo de matarme. Ahora no la uso tampoco, y no sé si es porque le sigo teniendo miedo a matarme o porque sin miedo la moto es aburrida.

Me propuse, hace como tres días,  contestar alguna de las grandes preguntas de la vida.  Me dije mientras me afeitaba: voy a ser el primer tipo que conteste un misterio. Porque tengo la decisión de hacerlo… y lo que le ha faltado a los filósofos es un poco de determinación. Dejé, en ese instante, de afeitarme, cuando iba por la mitad,  y decidí que no me afeitaría hasta tener una respuesta.  Esa noche dormí de una forma muy extraña, casi despierto, soñando todo el tiempo y con bastante dolor.  Y todo el tiempo repasando las grandes preguntas de la vida. Pero no terminaba ninguna oración… las preguntas siempre eran inconclusas o incoherentes o necesitaban ser pasadas en limpio.

A la mañana siguiente me vi más barbudo que lo habitual, con cara de enfermo y mal dormido y supe que no iba  contestar nunca nada: yo era la respuesta.  Y las respuestas no contestan. Vengo de afeitarme.

Friday, September 27, 2013

Mandato

Fui criado en una especie de fanatismo cínico y ateo. Papá no creía ni en los relojes. Mamá, hacia el final, no creía ni en el materialismo dialéctico. Crecí con la certeza de que La Verdad existía, pero, como el dios de los piadosos, no se dejaba ver jamás. Y mis padres, injustamente, también me inculcaron el mandato de buscar esa verdad elusiva, de denunciar la mentira, de luchar contra toda falsedad, de poner el grito en el cielo ante la más mínima tergiversación de lo real.

Mi infancia estuvo privada de fantasía y de ficción. Las quimeras que llenaban las horas ociosas de mis compañeros me resultaban tan ajenas como estúpidas. Mi imaginación amputada me vedaba, incluso, la pavorosa compañía de los monstruos. Mis maestros me juzgaban serio y antisocial, pero lo cierto es que en todo contacto humano debe mediar una ilusión, una mentira de la que yo era incapaz.

Ayer, después de enterrar a papá, salí con mi hermana del cementerio y caminamos sin rumbo y en silencio durante unas horas. En nuestro camino cruzamos a una vagabunda que tenía un pedazo de cartón con la palabra “vidente” anotada en lápiz. 

Me sembró una duda.



 

 

Mandato II

 

Me paré al borde para ver si cerca de la muerte podía desligarme de la vergüenza.  De toda esa dependencia que no me dejaba ver quien era yo. Pero no me lo creí. Sabía que nadie se tira por curiosidad. Entonces me tomé cuatro whiskies dobles seguidos y lo invite  al del espejo a confesar. "Tendrás un juicio justo", le ofrecí, pero el reo era mas culpable de ignorancia que de cosas inconfesables. No sabía qué tenía que decir. Le costaba hasta entender la pregunta. Entonces adopté mi estilo didáctico, de maestro ciruela, y le dije:  estoy queriendo entender qué me impide plagiar una gran obra y presentarla como propia. Quiero entender hasta qué punto la telaraña social se me ha hecho carne y no puedo actuar con libertad. Me estoy diciendo a mí mismo que si no puedo con esta boludez nunca podré despegar en ningún sentido trascendente. Esta es una prueba piloto. La moral nunca debe ser un lastre. Para portarse bien en la comunidad esta muy bien. Que las maestras jardineras sigan pregonándola. Pero en el universo hay algo más que ser buen alumno. Y para eso hay que romper el cascarón. Tengo claro que antes de morir la Historia de la humanidad me va a importar un bledo. Pero no sé qué me va importar en cambio o cómo será el nuevo universo de la no importancia. Con eso dándome vueltas en la mente desde hace unos días, cayó en mis manos un buen pedazo de literatura,... y me pregunté  por qué no hacerlo mío. Por qué no ser algo que no he sido nunca y ampliar mis fronteras de experiencia. Por qué no ser un plagiador como quien incursiona en un nuevo estilo o perspectiva. Una nueva religión...
La parte fácil fue el acto físico de cortar y pegar y ponerlo en mi blog con mi nombre. Dormí mal. Tuve ataques de pánico. Leí con culpa las felicitaciones de los lectores. Todo el tiempo estaba tentado de aclarar que era un experimento. Es mejor ser un plagiador de verdad, ya que tanto él como yo hemos pecado pero yo he hecho infeliz a una persona más que él: a mi mismo.
Me dije que la experiencia sólo podía valer la pena si la llevaba hasta sus últimas consecuencias. Pero no lograba identificar ese límite. El alcohol no había dado resultado así que probé con algo más fuerte y encaré al del espejo. No le gustó. Me miró feo. No hizo falta hablar en voz alta como hace el que bebió. Los dos sabíamos lo que el otro pensaba. Quería que me lo dijera aunque solo fuese con los ojos. Me le acerque y el hizo lo mismo. Llegamos a presionar nuestros gélidos cuerpos, uno contra el otro. Hasta que en medio de su confesión telepática se le nubló la mirada y se empañó mi visión y el se hizo nube o fantasma. Me desperté pensando que había matado. Era solo la culpa de haber admitido que estaba dispuesto a matar. Quise argumentar que la muerte es parte de la vida. Que la muerte en este caso crearía un nuevo escritor. Con un nuevo mundo. Una persona más fuerte que las dos anteriores.

La locura del plan tenía cierto sabor a logro, a rotas cadenas. A gloria emancipadora. Su desmesura me elevaba por sobre la moral. Quien roba a una persona es un ratero, quien roba a millones, un conquistador. Había que llevar la acción a que trascendiese los límites y se liberara de posibles clasificaciones. Matarlo y ser el otro. De nuevo, la parte física resulto pueril. Desmitificada la consecuencia, el acto de matar no lleva más esfuerzo que plantar un árbol o lavar los platos.
No creo que él mismo me hubiese condenado. Un hombre que no creía ni en los relojes... Quizás hasta haya estado orgulloso en el instante en que vio el arma.
Me había increpado, con cierta irritación, porque acababa de descubrir mi plagio y le parecía increíble. Llamativamente uso la palabra "inverosímil", tan literaria. Para devolver la escena a la verosimilitud, extraje el arma. Se detuvo. Se la puse en su mano y en un rápido movimiento que había practicado toda la semana, lo forcé a dispararse en la cien. Puse uno de sus manuscritos mas depresivos en su otra mano, para que el charco de sangre que crecía lentamente en el suelo manchara una esquina de la hoja y integrándola a la escena  y transformándola en una despedida atea.
Cuando la policía nos devolvió el cuerpo, yo, secretamente, ya era él.
Mi hermana y yo lo enterramos esa tarde sin avisar a nadie. Luego caminamos horas.
La primera recompensa me fue dada esa tarde durante la caminata. Pasamos junto a una vagabunda recostada sobre unos bultos, en la vereda. Al pie de esas pertenencias había un cartón que, escrito en lápiz, decía: "Vidente".
Sentí que algo en mí se rajaba.

Entre lágrimas murmuré las palabras de Leonard Cohen:
 There is a crack in everything,

that’s how the light comes in.

Mi hermana trataba de consolarme.
Yo nunca había sentido tanta felicidad.


 

 

Thursday, September 26, 2013

Autopsia a la Autopista

Nadie pasa el dedo por la utopista, ni la lengua.
La pisan con el auto separándose de ella con ruedas y velocidad. Ignorando esa superficie con altanería de rico. La cruzan haciendo magistral equilibrio sobre un tensa cuerda que ataron en el destino al que no deben llegar tarde.
Cuando el auto se descompone y el mundo se detiene, la pisan con profilácticos zapatos asustados, haciendo señas para que no los choquen. Estar quieto es lo irregular. Como si hubiesen caído en una sartén, quieren salirse del acá indiscutible para volver pronto al estar yendo sin pausa. El que para es culpable. Toda la banda ancha de la ley y un zumbido interminable de tubo fluorescente  sentencian  por default la condena inapelable. La autopista es hija descarriada y heredera de la iglesia. El dogma no se discute.

Tuesday, September 17, 2013

Balcón mirando al universo


En el universo las cosas ocurren.

Y desde el balcón observo la inocencia de su devenir sin albedrío, las leyes de la física infinitamente exactas. Supernovas, tsunamis, desertificación,  agujeros negros, pestes, inundaciones, estrellas fugaces, quarks, neutrones y electrones… obediencia pura.

Lo digo porque me he escapado del salón por un instante, y estoy mirando las estrellas, aparentemente quietas en el cielo. Necesitaba aire, o quizás otro trabajo. Durante la última hora y media noté cómo mi cliente, borroneado progresivamente por el alcohol, su lengua cada vez mas imprecisa, avanzaba a los tropiezos hacia descalificar mi trabajo delante de los directores de  la empresa que me emplea, progresivamente desconsiderado y progresivamente indiferente a las consecuencias que pudiera tener eso para mi. En un instante sorprendí a uno de ellos mirándome y sacó la vista. Seguramente evaluaba qué harían conmigo.

Los comentarios sobre el champagne, mi tan festejada anécdota sobre esa marca japonesa, la corbata que compré para esta noche, el trabajo que me tomé para elegir el restaurante y la mesa… todo eso tiene el desolador aspecto de los restos que quedan sobre los platos sucios,  la mañana siguiente a la fiesta... Me siento una cicatriz.

Mi mujer no quería venir y cometí el error de insistir. No quiero ni pensar. Ya no tiene sentido  volver a discutir sobre su padre y lo que opina de mí, después de esto.  De los pocos motivos que tenía para seguir conmigo, va quedando sólo su falta de iniciativa y la pena. No por mucho tiempo. Imagino la falta de expresión de mi madre cuando le informe que se acabó. Mi hija mayor, otro tema que me supera. No verá más a su hermanita, casi. Su tratamiento pasará al hospital público.

Y la oferta de trabajo en Chile…tarde… ya tienen que haber tomado alguien. Necesitaré  arreglar el auto antes de venderlo o vendérselo al mecánico. En los dos casos pierdo plata. Y conseguir trabajo sin auto es más difícil. Mi hermana podría prestarme uno. No va a ser fácil. El perro se adaptará. Tengo que ofrecerlo como una cosa temporaria para que acepten y después se encariñarán con él.  La pecera la vendo en Internet con bichos y todo.

¿Y este hijo de puta… qué dirá la próxima vez que nos veamos…? ¿Se acordará de las cosas que dijo esta noche? ¿Notaré en los ojos de su secretaria que le contó todo? ¿Tendré alguna chance de aclararle a ella por qué pasó esto y que no me descarte como un looser? ¿Podré todavía invitarla a ese café que una vez le ofrecí con alguna excusa de trabajo y que me prometió para otro día?

Ya debiera volver… ¿qué estará diciendo este, aprovechando que no estoy? Quizás se desdice, quizás solo era un mensaje para mí pero, después, a solas con ellos les dice que estoy, en realidad, haciendo un buen trabajo, que solo hay que ajustar algunas tuercas…

¿Desde acá se verá la mesa? Sí… ahí está. Uy, pero sólo queda mi mujer. ¡Ay!… esto es patético… ¿cuánto tiempo estuve acá…? esto es patético, patético. ¿Habrán ido al baño? No, por que las otras mujeres tampoco están…

Y yo acá con las estrellas.

Tengo que recordar… Tengo que acordarme eso que entendí una vez… que a pesar del traje, las palabras, los documentos, la cuenta de luz, la alfombra de mi oficina, la deuda con mi hermana, la firma que le debo al escribano, el tratamiento de Lucy, el club de exalumnos, el curso de venta consultiva, la terapia de pareja, el conflicto con el consorcio, el terreno en Mar de las Pampas, el telescopio, el acuario, la iglesia, mis suegros, los chicos que entrenaba, la charla que le di a los de la asociación de padres, el mes que rompí el record de ventas, la vez que fui jurado en la asociación de marketing, la risita que me hacía la secretaria, el dominio del italiano y manejo de computadora, el chocolate sin azúcar… a pesar de todo eso, ¿qué digo?.. ¡además de todo eso!.. o quizás mejor: incluyendo a todo eso. ¡Sí, incluyendo a todo eso!... soy como la lava que lentamente mana de la montaña: un producto obediente del universo… a la orden de las leyes infinitamente exactas, no tengo que hacerme problema, porque eso no me lo saca nadie, soy una parte del infinito cosmos… aunque me muera. Aunque me asome por este balcón y me resbale y quede la duda de si fue un accidente y, en más de uno,  la culpa.

 

 

 

 

Thursday, September 12, 2013

Consultorio Espiritual

Nos escribe Roger Kovalski, empleado de mantenimiento de la escuela primaria de Townsville, Ohio, de treinta y ocho años, soltero.
Cuenta que en la fría  madrugada del 17 de enero cuando sonó su despertador, él oprimió el botón de la lámpara de su mesita de luz y, al encenderse esta, él alcanzó la iluminación.
El maestro Zen de Townsville, Bruce Jaime García, sentenció que fue una coincidencia.
Un joven discípulo del maestro, Rick Digiovani, argumentó que las coincidencias no existen.
El maestro retrucó que la iluminación que produce la luz eléctrica y la iluminación espiritual son dos cosas totalmente desconectadas aunque se emplee la misma palabra para referirse a ellas.
No es casual que se use la misma palabra, insistió el discípulo.
El maestro le recriminó que se presentara a las sesiones de meditación (y hasta le hablara a su maestro) mascando chicle.
Roger Kovalski termina su carta diciendo que le desagrada que discutan por su caso... y, lo que es peor, siente que se le está pasando la iluminación.
Desde esta columna queremos recordarle al atribulado Roger que el único momento en que podemos ser felices es ahora.


Wednesday, September 04, 2013

Continuará


-          Hola, está la muerte?

-          Quien pregunta?

-          Yo

-          Por que asunto?

-          Por un asunto…  de un abanico...

-          Me temo que no es usted nada original…

-          ¿Cómo dice?

-          Los que no mueren de golpe siempre se preguntan lo mismo… que las muelas, el ciático, la gota, la mala memoria, el abandono de los deportes, la impotencia… prefieren llamarlo el abanico, la patética  y cursi metáfora del abanico que se va cerrando...

-          Joder… pero a esta altura no aspiraba yo ya  a ser muy original…

-          Es buena idea no aspirar a mucho… y a la vez es parte del abanico en retirada.

-          ¿Cierto? No me alegra lo que usted dice… a decir vedad me toca los cojones un tantillo, pero admito que está usted cumpliendo con su rol nefasto de dar por tierra con todo lo que estuvo elevado… y a la perfección.

-          Modestamente…

-          La palabra modestia es de los nuestros… los vivos… los que aspiramos a cosas y nos da vergüenza…

-          Es cierto, quizás…Lo  mío es  máxima bajeza…

-          Bajeza

-          Si… horizontalidad. Retorno, quizás.

-          Aha.

-          Bueno… concretemos… ¿qué puedo hacer por usted?

-          Prefiero que no haga nada, pero traigo  algunas curiosidades… Cuando yo tenía todo el pelo y no me dolía nada, me apresuré un poco. Viví apurado, ansioso, casi podría decirse que cerré el abanico, vendiendo etapas por ansioso y angurriento. Quise las cosas ya y vendí mi alma al… iba a decir el diablo pero creo que la regalé al vacío,  y hoy me la reclama algo así como el vacío.

-          No oigo una pregunta en todo ese parloteo.

-          Me siento tentado de preguntar por qué no se va usted a la mierda…

-          Y dónde cree que está usted parado?

-          No puedo creer que la muerte sea tan obvia y vulgar

-          Nada de lo malo me es ajeno

-          ¿Y aquella historia que me vendieron los autores que le pusieron pasión a mi adolescencia?

-          Lo de que la muerte es una fiesta?..

-          Si.

-          Hemos matado ya esa idea.

-          Que monótono es su trabajo, dejaran con vida aunque sea a los sepultureros?

-...

-  Olvídelo, señora muerte, me ha venido un aire de optimismo y no estoy muy seguro ... pero me parece que estuve hablando solo un rato... la muerte no existe... no existe hablar con lo que no existe... estuve hablando solo
- solo...
- si!
-ahá..
- pero, coño, cuando yo dije "solo" no se oyó ese eco que pegó en el aire cuando lo repitió usted...
- eco?
- ahí esta de nuevo!
- eco?
- ¡ostia puta! no le basta a usted con matar ¿vedad?
- verdad, verdad...
- se ensaña usted con el zafarrancho y goza de andar metiendo su gélido aliento en todos lados para recordarle a uno que ... ¡ostia puta!
- jaja para hablar solo pone usted bastante énfasis..
- usted goza de dejar su mal aliento por todas partes como carteles que ponen callejón sin salida... pero quiero advertirle que la muerte no existe... somos nosotros los protagonistas... seré yo al que lloren.. seré yo el que me marche... usted como puta hembra será apenas una transición... una transición ¿me entiende? un vientre vacío de trascendencia... y se anima a tomar mérito!
- mire usted...
-mire usted, mire usted... es lo único que le queda...  ¿es esa su mejor respuesta? no me sorprende... sépalo... supe desde el olor de la primera flor de mi infancia que la fuerza no está en el otoño sino en la primavera... y me río de esa mirada sardónica... porque,  admitámoslo... al mismo tiempo tuve miedo pero usted sabe que el miedo no se puede conservar... no hay poesía que haya intentado guardarlo para la siguiente generación...  el miedo y usted, que vienen a ser la misma mierda, coño, son un olor del futuro que se evapora en el presente... son una degeneración de los relojes, un pisapapeles del viento,  un pestañar de los ciegos... Son el silencio! Ostia puta! son una inasible bocanada de olor a mierda!!
- cuánto enojo...
- puede irse usted a la mismísima puta madre que la ha parido, ostia puta, me cago en dios!
-perdón, me retracto, parecióme que el señor se había enojado...
- y quién le ha dado a usted el minúsculo derecho de que le parezca alguna cosa con respecto a mí...
- las mínimas reglas de la hospitalidad...
- hospitalidad!
- pues sí hombre... ni bien alguien pone un pie en mi casa, ni bien tocan a mi puerta, ni bien comienzan a preguntarse sobre abanicos... hay que hacer lugar a esa persona... no es que uno ande llevándose a cualquiera sin interesarse un poco, antes, por lo que les pase...
- pero entonces...
- no es un negocio entre extraños...
- acaso conoce usted mi nombre?
- me lo ha dicho usted al llegar...
- y ¿cual, ¿puedo preguntar? cree usted que es mi nombre?
- me lo ha dicho usted de entrada, cuando pregunté quien me buscaba...
- ¿qué dije, yo ? ¡qué dije!?
- dijo usted "yo"
- ahhhhh......    ¿y cree usted que eso me identifica?
- dígame usted...
- yo pregunté primero!
- ¿quién preguntó primero?
- ¡¡¡Yo,  coño, yo!!!
- ¿Yo?
- Pffffffff!!!
- Pfff?
- de todas maneras un nombre no es una persona... es un ruidito... aunque ese "yo" fuera mi nombre... aunque eso me identificara y me separara de los demás... no ponga usted esa cara triunfalista por un ruidito porque no hace más que demostrar su pobreza universal...
- o sea que lo  separa del universo... un ruidito...?
- en todo caso eso nos ridiculiza a los dos... usted se dedica a recolectar insignificancias como yo... cosas que penden de un ruidito y luego no son nada... en el momento en que se las lleva dejan de existir... un coleccionista de nada... ¿Qué hace eso de uste: nada?
- o al revés... deja usted de ser nada en cuanto lo libero del ruidito que lo tiene cogido de los cojones.
 

(continuará la agonía)

Tuesday, September 03, 2013

Si un arbol cae

Si el budismo desaparece
¿los árboles suspiran aliviados?
si el que iba a leer esto se cae de un árbol y no lo lee...
¿existo yo?
Si un blog es un bulldog sobre el que ha caído un árbol
¿ladra la palabra?
Si hubo premeditación de parte del asesino pero ante la víctima se apiada y duda
¿qué ase, si no mata?
Si me olvido de mí
¿los espejos adelgazan espiritualmente?
Si Freixas nunca más lee este Bulldog
¿la hache, que es muda, canta a escondidas?
Si vos te morís antes
¿yo vivo para siempre?
si morimos al mismo tiempo
¿queda una huella?
si descubro que no tengo nombre
¿las cosas son mis parientes?
llegado cierto momento, que va llegando
¿para qué estudié lógica?