Callados

Nadie dedica horas a derramar sobre el papel su indiferencia. No por que no haya indiferencia… abunda, pero no llega al libro… es que el arte se engendra en la tensión.

En consecuencia la literatura es parcial, sesgada, tendenciosa. Le da la palabra sólo a los apasionados. El lado oscuro de la luna está lleno de poetas mirando callados.

 

Traigo el ejemplo de una persona con quien tuve trato frecuente en los tiempos anteriores a su muerte. Ya no veía en el sexo opuesto esa magia que produce un manantial de palabras ordenadas por un perfume dominante. Ya había visto ir  y venir el péndulo,  los días,  los líderes y la fama. Ya le aburría la idea del milagro tanto como el nuevo aviso de jabón en polvo. Lo que fueran a hacer del mundo los que todavía podían caminar, le importaba poco.

Ya pensaba menos en vivir que en morir. Lo que toda película de suspenso toma como supuesto principal, el deseo de salvar la vida, a ella le resultaba indiferente. Pensé que con esa ventaja sobre el resto de los humanos podía lograr alguna cosa significativa, hacer algún descubrimiento, dar un salto trascendental.

Se lo propuse.

- ¿Como qué? -  me preguntó.

Heredé la pregunta, porque murió al poco tiempo. No debiera haberle preguntado eso a mi vieja.

 

Inauguración Cancelada

Con la inspiración, como un perro prendido a su pantalón que en cualquier momento pudiera soltarlo, llegó  hasta la hoja predestinada. Metió la pluma en el tintero y una nueva idea se cruzó delante de la que lo trajera a la mesa: Quiero ser el objeto, no el narrador. Devolvió la pluma al tintero y esperó. Pensaba: La inspiración suele conectar todo y hacer que la vida tenga una pregunta comprensible. Pero es mi deber denunciarla y desterrarla para que se vean los bultos sueltos y sin sentido o para que no se vean.

Inaugurar la sabiduría de no ver, de no saber.

Ni siguiera inaugurar.