Wednesday, March 04, 2015

Hay algo que decir?

Las musas vinieron de vacaciones al porche de mi casa. Quizás se  relajan en verano y no tienen el mismo poder de  conexión.

Vengo escribiendo una cantidad muy superior al promedio de mi vida.

¿O es el sí fácil?

¿Gatillo con irresponsabilidad cualquier texto a mis pobres lectores?

Puede ser que haya optado por la cantidad sobre la calidad…

Hay veces que Sancho le da demasiados  besos a su madre… ¿se lo puede culpar?

Hay una regla moral en contra de escribir boludeces… o es sólo un castigo social de lectores que te pierden el respeto.

No tengo más remedio que tratar de echarle flit  a ambas posibilidades. Porque como dijo Yogui Berra, cuando llegas a una encrucijada debes tomarla.

Yo estuve una vez en un convento de monjes Benedictinos que habían hecho votos de silencio. Pasé tres días con ellos. Y uno se pregunta si hay algo que valga la pena decir. ¿Cuánto recuerdo de lo que he dicho en mi vida? ¿Cuánto era indispensable?

No me imagino la vida sin hablarle a mi hijo pero ¿qué de lo que le digo es necesario?

A menudo fantaseo con invitar a amigos a mi casa con la consigna de que estemos juntos pero no hablemos. Quisiera animarme a hacerlo. Y quizás lo haga un día.

El escritor tiene un mandato de decir… y de los contenidos no hay mandato. Porque quiere la humanidad que busquemos…

Pero nadie sabe dónde  está lo que buscamos.

Tuesday, March 03, 2015

Es una herida


Es una herida por la que salen de mi cuerpo siempre las mismas palabras.

Yo no sé mucho de ella, más que lo que escribo y veo en el papel.

Hoy quiero doblar el cuerpo para que se cierre.

Cerrar el paso a la rutina y que otro sudor me hable de mí. Un payaso, una piedra, una estrella que nunca miré.

He oído muchas veces que algo es imposible hasta que adherí a esa fe y no lo veo posible.

Pero existe aún la crisis de esa fe. El anticuerpo.

Y miro el universo tratando encontrar, no una explicación sino otra forma de sangrar.

Me resulta imposible abandonar la intención de ser claro y explicar. Ese mandato me domina. Tratar  de entender y descifrar.

Hoy quiero herir la herida.  Y ya me ven ... no sé por dónde empezar.

Quien me quiera estará, acá, sufriendo. Porque soy alguien tratando de parirse,  como un pájaro que no puede volar.

No poder. Ese es un idioma nuevo. Buitres que lo sobrevuelan, lava que entra al mar.

Caen una cortina sobre mi nuca sudada y un recuerdo de la infancia que se niega a hablar.

Será que ya no estoy dispuesto a la aventura de otra herida.

Y moriré de la de siempre al final.

Sin hablar más.

Juntar las manos


Qué sabemos de las diferencias que llevamos dentro?

No es lo mismo una parte de mi cuero que la otra.

Qué sabemos  de las imágenes que nos habitan de la infancia?

Qué de la marea?

Casi nada. Por eso miramos las estrellas.

Somos un escenario en que hablan, cuando pueden, locos, cuerdos y hambrientos.

Si estamos en la búsqueda, y lentamente, acercamos una mano a la otra hasta que se toquen y se abracen y prestamos  mucha atención… notaremos que la mente no alcanza para descifrar lo que se dicen.

Pero admitamos que algo hay en ese encuentro.

Si bien no hay a quien rezar, juntar las manos sin ponerse de rodillas, escuchando la desigualdad…  escuchando el silencio de la vida… es capaz de traernos hasta acá.

Reclamo del consumidor


Los ravioles salieron tal cual como yo los había visto, antes de comerlos,  gratinados y con su salsa roja asomando por debajo del queso rallado medio derretidito.  Por eso le digo que algo anda mal. Y le digo la verdad, preferiría no haberle pagado el saldo, porque usted tendría más ganas de venir a arreglar este desperfecto si yo todavía le debieras algo.

Es más, intenté retroceder al momento del pago para darle la mitad y ahí salieron las patitas de pollo con choclo de antiayer. Calentitas y doradas como me las sirvió mi mujer…y el acompañamiento,  choclo de la lata, brillante como pepas de oro.

Lo malo es que cada vez tengo más hambre. Y que la máquina no hace lo que usted me prometió.

Le ruego que venga a hacerle el service. Me trabaja sólo el estómago. Y dé que me sirve una máquina del tiempo que retrocede sólo en lo que comí.

Vengasé ingeniero, esto de vomitar el tiempo  me tiene mal.  Ajuste alguna tuerca. Cambie una pieza. Permítame volver al tiempo de la mamadera.
 
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(todos saben lo que es la decadencia... la cosa es vivirla, para saber que olor tiene, que la hace tan seductora e irresistible ... acabo de publicar un ejemplo... la literatura se tapa la nariz y yo no le doy bola... hago lo que se me da la gana, como los romanos de los últimos tiempos que caían por la barranca del descontrol. Hay otra motivaciones que superan los ideales y las reglas de la moral: la decadencia es un valor para los decadentes... salvo que sean los auténticos decadentes cantando a mi me volvió loco tu forma des ser)

Sunday, March 01, 2015

Grieta


 Dedicado a Ron Rapp
                                                                      "There is a crack in everything...
                                                                       thats how the light gets in"
                                                                              Leonard Cohen
 
Se me acercó con la capucha puesta, arrastrando la guadaña por la tierra, tras de sí.

Sacate la capucha, le dije, y me hizo caso. Podría haber sido un hermano menor mío, por el aspecto gay, mal alimentado, amarillento, ojeroso e indeciso.

Le pregunté directamente (porque a veces no tiene mucho sentido la diplomacia) cómo podía ser que el destino tuviera aspecto de indeciso.

Son boludeces que te imaginás, me dijo, y no me sorprendió su modismo porteño.

Hay algo de sumiso en el que responde a una pregunta. Ni qué hablar del que se saca la capucha ante una simple orden. Pero venir arrastrando la herramienta  que lo simboliza todo... eso más bien parece una señal de suficiencia.

Razoné que, como el magnífico culo de una mujer, la suficiencia padece la debilidad de la belleza, que se extingue sin la mirada.

Así que no me di por muerto.