Friday, April 28, 2006

Resultados

En el capítulo uno me entero y no es tan dramático como me imaginaba:

Los resultados del análisis de sangre en un sobre en la mano.
La idea de que quizá hoy pase a ser un tipo más con HIV.
El pasillo del sanatorio fugándose a mi paso.
Buscando una locación para la escena en que abro el sobe y estalla la música. Mejor un par de acordes de bandoneón. No jodas. Jaja no jodas que es una cuestión de vida o muerte.


En el capítulo dos llego a casa y no le digo a Nadia.

Peor. No le digo y ella quiere hacer el amor y cogemos y parece mentira pero no me siento tan culpable. No se me perfora una úlcera ni vomito ni se me pone blanco el pelo. No. Casi pareciera que no fuese cierto. Si no le digo no es cierto. Me veo como me ve ella. Como me veía yo antes de abrir el sobre en el baño del sanatorio.


Chapter three, pasan los días y paulatinamente empiezo a sentirme culpable.

Me hablo al espejo. Lo cual es un recurso cinematográfico también. Pero me hablo porque pensar es tan poco explicito que no invade la realidad, no la cambia. Me digo la estás matando. Y pienso a mi también me están matando. Cuando quiera explotar la enfermedad adentro nuestro explotará y volaremos los dos. Y de vez en cuando me digo a lo mejor ella no se contagia. Y le llevo flores (parece tan tan feliz cuando las ve!).

Rn el cuatro me pregunto Cuanto puede, me pregunto, durar la felicidad, me pregunto.

Me lo pregunto la tercera vez que le llevo flores porque parece todavía más feliz que la segunda y la primera. Es que en las mujeres la felicidad de sentirse queridas es acumulativa. Va tomando envión. Y empiezo a sospechar que he encontrado la fórmula de la felicidad que tan esquiva le es a los demás. Basta que tu marido sepa que tiene sida, que se va a morir, que te contagió y que no te lo diga. Que no te lo diga pero que quiera que seas feliz en lo poco que te queda de vida.

Final burdo:

Me llaman del sanatorio y dejan mensaje de que quieren hablarme urgente. Me pongo paranoico. Odio que la verdad se haga pública e impacte en la realidad. Odio que las consecuencias de eso que oculto me avergüencen públicamente. Peo igual respondo el llamado, con la puerta cerrada, en la oficina de mi jefe que está de viaje. Gané la lotería. Me dicen que me fije en el papel que me dieron, que aparentemente tiene el nombre de otra persona, que ensobraron los resultados en sobres cruzados, que no ocurre nunca por que es automatizado pero hubo un corte de luz y ensobraron a mano. Piden disculpas.

Epílogo abierto:

Igual tuve que buscar mi análisis. Repetir la escena. Preguntarme de nuevo si la mina que me lo entregaba sabía el resultado. Suponer que no después que sí después que estoy pensando esas boludeces porque tengo miedo.
Y pensar que tengo derecho a tener miedo. Y pensar que la toma final ideal sería en la costanera. Un primer plano de las manos que rompen este nuevo sobre y dejan caer los papelitos al río. Y el espectador no sabe el resultado. Es más, ni siquiera sabe si abrí el sobre antes de romperlo. Lo importante es que mi mujer es feliz como nunca lo ha sido. Y hay tantos que no saben que se van a morir en accidentes este año… los pobres no saben y no aprovechan a ser felices. Pero eso no conviene explicitarlo en la película. Sería como hacerlo demasiado obvio, ¿no? La corriente se lleva los papelitos y acá podemos poner de nuevo los acordes del bandoneón. O una canción de Sergio Denis.

2 Comments:

Blogger tazelaar said...

muy bien. lastima sergio tennis. yo quiero hacerla feliz, porque va a seguir viviendo.

5:19 PM  
Blogger Mateo said...

Ego te absolvo

12:24 AM  

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