Auto Aburrido
Hace unos años conté que Sancho al ver salir del living el
carrito con el féretro de mi madre, avanzando hacia donde estábamos nosotros en
el jardín, camino al coche fúnebre, dijo la advertencia que había aprendido a decir con los chicos del barrio que juegan en la calle “Auto!” para que todos se salieran del camino.
Sancho a esa edad no sabía muchas más palabras que esa y logró colocarla en una
situación memorable.
Me acordé porque estoy pensando en los casos en que nadie
avisa y el auto te lleva por delante.
El auto simbolizando todo lo que te da un golpe inesperado y
te cambia la realidad.
Me despierto y tengo muchas cosas que hacer pero,
inesperadamente, no quiero hacerlas y me niego.
Mis pies debieran salir de la cama, posarse sobre el piso, soportar las
piernas y llevarme al baño, al vestidor, a revisar mensajes a desayunar y prepararme
para enfrentar uno por uno los valientes gladiadores de la agenda. Pero fíjate:
esas dos montañitas al pie de la cama son mis pies que no se han movido y no dan
señal alguna de estar dispuestos a acatar nada.
Se parece a la poliomielitis, no llega la señal nerviosa. Y uno vuelve a
mirar a cada instante a ver si ha habido un cambio. Porque en ningún lado se ve
un cartel anunciando la hora para la que
se reprogramó la paz de la rutina prestablecida.
Más arriba hay un debate. Tras el abismo de comunicación símil
poliomielitis se mueven corrientes diversas: Advertencias de que esto no puede
llevar a nada bueno. Intentos de atenuar los daños. Busca de alterativas.
Propuestas conciliadoras. Sugerencias motivadoras. Poéticas arengas sobre la voluntad
y la superación de los obstáculos…. Hasta se oye alguna voz proponiendo que
quizá esto tiene alguna ventaja paradojal. Pero la realidad es contundente: ha entrado un
auto sin que nadie alertara sobre su avance y sacó volando por los aires el
orden establecido, la subordinación, el valor y la aproximada idea de cómo iba
a ser el resto de la vida.
El reloj continua su egocéntrico rotar de agujas en una
indiferencia que no parece desinteresada.
El hambre y otras necesidades avanzan rodeando las
resistencias. Por las brechas que abren vendrán otras sensateces a llevarnos a
la ducha y a ponernos ropa de calle y a contestar el teléfono o abrazar un
chico que llega del colegio. Requiere
más esfuerzo, a cierta altura de la
rebelión, la creatividad de mantenerse en la resistencia que la de volver al
surco como cualquier otro buey, con su yugo conocido y tranquilizador.
Y cuando los pies y el debate de arriba se alinean y se apaga el abismo y hay que suturar, el
paramédico dice mientras enhebra aguja: fue una desgracia con suerte… yo veo muchos
autos destruir vidas, esto no fue nada… casi que te metiste en el camino
voluntaria mente… de aburrido.
Y cuando se va me dejo caer en el sillón pensando en él. Y digo
en voz alta “Para vos aburrido no es
mortal?”
2 Comments:
Mateo, mi hijo Mateo, del que debiera yo ocultar estas cosas, lee y dice que le pasan cosas parecidas y me ofrece un plan violento para enfrentar el mundo y los cajeros automáticos con gorros pasamontañas que oculten nuestra identidad. Su propuesta es básicamente poética.... y buena en eso... pero él sabe y yo también que las balas de plata no matan a los vampiros. Porque los vampiros son un estúpido invento de Hollywood que no soluciona el problema real.
Me gustó la indiferencia del reloj que no parece desinteresada, es lindo.
Por otro lado, el tedio. Si no fuera por el tedio, los brotes no empujarían los terrones de tierra para alcanzar el aire puro, la luz cenital. Después, aparecen otros predadores, pero el ahogo del tedio puede convertirse en crecimiento.
Continúa escribiendo, por favor.
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