Wednesday, May 17, 2006

Para parar.

Para llegar a tiempo a la oficina tomo el 194 antes de que salga el sol, todas las mañanas sobre la avenida Los Etruscos, justo antes del puente.
Para llegar a la parada camino una cuadra y media sobre la avenida.
Paran allí unos cuantos colectivos y en las penumbras se ven algunos tipos semidormidos como yo, acorazados en sus sobretodos impersonales.
Para no mirarlos me distraigo observando los cuadros que se exhiben en una casa de marcos que está antes de llegar a la parada hasta que veo venir el colectivo.
Parecen indiferentes al frío, el humo, la hora, al malhumor, en su brillante fiesta de vidriera y tubo fluorescente.
Para fines del mes pasado apareció uno nuevo que me irritaba especialmente.
Para no mirarlo me concentré en los otros que ya conocía y eran normales, no como este que mostraba solo dos toallas colgadas en un rincón de un baño y más abajo parte del radiador de la calefacción, y nada más... una roja y la otra negra, gris y blanca, nada más.
Para no mirarlo hice grandes esfuerzos, porque podría haber dejado de ir a la vidriera, pero por el contrario, iba ahora con mucha más determinación, que a mí no me ganan tan fácil.
Para demostrarle que los otros me interesaban realmente hasta llegué una vez a perder un colectivo porque no quise salir apurado de mi gesto de observar.
Para qué me, pregunto yo, tiene un artista que hacer una estupidez semejante... qué nos importan a nosotros esas toallas sin gloria ni destino que a gatas obedecen la ley de gravedad pendiendo de un gancho cruel que se adivina bajo la tela y se intuye antiguo y desganado como el color del radiador? Para qué esos modelos de toallas que no tienen nada de originales, diseños burdos, colores usados, texturas de las que ya sabemos suficiente con haber tomado una ducha.
Parecido a una agonía fue lo que viví durante un mes, hasta que sacaron el cuadro y empezó la agonía real.
Para superar el impacto de que había desaparecido de la vidriera imaginé que lo habrían pasado al fondo del negocio y decicidí inmediatamente esperar que abrieran y comprarlo y hacer lo que debiera haber hecho el primer día: destruirlo.
Para el tiempo que salió el sol mi ánimo era un charco en el piso y un rato más tarde tomé la decisión: pegué la vuelta y me fui a casa.
Para no asustar a mi sorprendida mujer le dije que había surjido un viaje de trabajo, mientras preparaba la valija.
Para un viaje de trabajo te llevás todo eso, me preguntó extrañada. Para no darle tiempo a reaccionar esperé hasta llegar a la puerta antes de contestarle.
Parado en el umbral antes de cerrarla detrás de mí le dije:
Soy gay.

2 Comments:

Blogger tazelaar said...

se dio vuelta y le dijo: soy un colgado.
tendria que haberlo comprado y lo colgas dado vuelta, eso es lo peor que le podes hacer a un cuadro. lo podes ver como se retuerce y trata de que le broten brazos.

8:39 AM  
Blogger Boy said...

ja! me encanta,Tehaceelart! Lo que más te duele es lo del cuadro...!
sos como un criador de mascotas que les conoce los gustos y caprichos, los puntos débiles y los padeceres...
seguramente los oís hablar entre ellos cuando te estás quedando dormido, y al día siguiente todos disimulan jugando el juego de los objetos inanimados.
me encanta tenerte de comentarista

2:35 AM  

Post a Comment

<< Home