Tuesday, July 21, 2009

Tala Tal Taladro ... Ta?

Si no fuera que ya me había peleado con los otros vecinos nunca le hubiese pedido el taladro al de los enanitos que ni lo conocía.
Pero un taladro se pide como un cigarrillo. Basta juntar un poquito de envión. Es un comodity.
El pelado me abrió envuelto en una sábana. Solo le asomaba la cabeza pelada como un queso, quemada del color de un coco.
Ante la sorpresa de esta imagen decidí que lo mejor era seguir para adelante con lo planeado como si nada raro estuviese ocurriendo. Flaco, le dije. Como si fuese un flaco cualquiera.
- Flaco, ¿no tendrías un taladro que me prestés un ratitio?-
El tipo inspiró como si no hubiese respirado por un rato largo mientras levantaba el índice frente a su nariz para enfatizar lo que entendía y lo que estaba por contestar, allí me di cuenta que tenía más de sesenta años.
- Pase – susurró como una cobra
- Permiso – dije como es costumbre
y ahí me pegó.

Me dio una palmada en la frente con la base de su mano y de golpe me vi desde lejos en un escenario evangelista y en una cárcel jesuita y en una macumba de la playa brasilera y en un barco de inmigrantes ilegales, fumando un cigarro mal armado en la cara de un pajarraco que no estaba vivo ni muerto.
Vomité por los poros, volé desde la nuca, me abaniqué femeninamente, lo miré a los ojos y cerré los ojos y todo me dio vueltas y agarré con la mano izquierda un taladro invisible y caminé hacia la puerta y dudé en hacer un comentario sobre los enanos pero tuve miedo de que si abría la boca se me escapara un hígado o un riñón hecho eructo o gavilán.
Entre su puerta y mi puerta me acordé del enorme placer que sentí cuando un vecino de mi infancia que era mucho menor que yo se quedó mirando la guitarra en que yo acaba de tocar la zamba de mi esperanza y me pidió si le podía enseñar a hacer eso.
Llegue a mi casa y al enfrentar la repisa y los tornillos y me di cuenta que no tenía un taladro. Vi entonces una radiografía de los últimos minutos transcurridos y supe que estaban destinados a servir a alguna cosa ajena.

Pero al día siguiente ¿Cuál no sería mi sorpresa al oír la risa de Mechi, la secretaria de mi jefe? La había oído todos los días y estaba a nivel promedio de los desagrados de ser un empleado sin mucha opción. Pero esta vez me zambullí dentro de ese ruido y nadé por las venas de su infancia y surfié cada ola de la risa en su diafragma y vi mil escenas de su miedo y sus dedos tocando cosas que le importaban. Y entendí los bosques del desierto y el amor dado a medias y el asco que ni ella podía explicar.

Como esta me pasaron todas. Me da cosa ponerme alcahuetear y divulgar lo que hay adentro de la gente. Pero me pasaron tantas que no podía vivir tranquilo.

Empecé a sospechar que el pelado se había liberado de una maldición pasándome ese taladro. Supe que saber la verdad no es necesariamente una bendición. Pero saber esto último sí lo era. Saber que no necesitaba eso. Era una puerta a la libertad. A la ignorancia. A la bendita modorra del no saber.

Volví a la casa de mi vecino. Me paré frente a ella valientemente y ella me enfrentó en silencio. Yo tengo el taladro, pensé ¿vos que tenés? Yo tengo el silencio… me contestó sin decir nada.
Pero yo puedo abrirte la puerta y arrancarte un pelado.
Y eso me tranquilizó.
Al punto en que no me molestaba más tener el taladro.

4 Comments:

Anonymous Anonymous said...

muy muy bueno boy.
literatura fina.
para decir verdad, es como q las descripciones de tus "visiones", de lo esoterico, me conmovieron en los personal. se nota q algo te estaba meciendo cuando te toco escribirlas.
salud
taz

9:55 PM  
Blogger Mateo said...

Muy buenooo.

10:52 AM  
Anonymous Anonymous said...

Me encantó! Flor

7:19 AM  
Anonymous Paloma said...

Gracias, Boy!

3:18 AM  

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