Saturday, April 07, 2007

Escapar para acá

Capítulo uno



Una interminable cantidad de jaulas, cada una con un gato, se alineaba sobre el playón de carga y la cinta transportadora que sobrevolaba los techos de los vagones grises. No había otra persona a la vista y aunque Andrés trataba de ser indiferente y concentrarse en el trabajo, sentía que todos los maullidos y quejas de los gatos lo tenían de único destinatario. Es decir, que si él no prestaba atención a lo surrealista de la situación nadie más lo haría, y que eso de alguna manera debía ofender a Dios o a algo.
Andrés había entrado al ferrocarril no hacía mucho, unos cuantos años después de la privatización, tras las drásticas reducciones de personal. Cuando los playones llenos de vagones parecían tierra de nadie y el espíritu del propietario privado era como una brisa polvorienta en un pueblo fantasma. Antes de eso había estudiado sistemas y trabajado como consultor la mayor parte de su vida. Pero estaba allí, caminando sobre los techos de vagones en esa soledad oxidada, más por causa de su experiencia en robótica. Había sido empleado de una empresa de origen coreano que pintaba carrocerías para fábricas de autos, ayudando a perfeccionar la automatización de los sistemas. Su curriculum le había resultado atractivo al ferrocarril cuando la falta de mano de obra empezó a sentirse y el negocio de carga aumentaba consistentemente.
Supuestamente tenía que hacer un plan maestro de robotización y subcontratar a quienes lo llevaran a cabo, pero para eso era necesaria la aprobación de un programa de inversiones que estaba demorado. Mientras tanto le daban pequeños problemas a resolver, como este absurdo contrato con el estado por el transporte de los gatos.
En la administración pública las cosas mas extrañas se pueden transformar en contratos.
En pocos meses Andrés había visto metamorfosearse en negocios a objetos tan diversos como la nueva amante del gobernador, una alianza con la oposición, la fiesta de la Pachamama... no era extraño que una epidemia entre los gatos domésticos de la ciudad, con algunos casos de supuesta transmisión a humanos hubiese resultado también en un contrato de la empresa ferroviaria con el estado. Andrés sospechaba que esto se debía a una tendencia del ferrocarril a premiar bajo la mesa a funcionarios que trajeran negocios y también a la firme disposición de la empresa a brindar todo tipo de servicios aunque no se limitasen al transporte sobre rieles. Su infraestructura y recursos diversos le permitían licitar sobre los más variados emprendimientos. En este caso fue la muerte de una periodista del noticiero local televisivo lo que terminó transformándose en contrato. La mujer era nieta del caudillo del partido conservador y amante de un cantante brasilero por lo que reunía todas las condiciones para transformarse en escándalo. La prensa más sensacionalista de la provincia no fue muy rigurosa en la verificación de datos. Conectó la muerte con la epidemia felina y los varios contagios a humanos que ella había investigado y reportado frente a las cámaras de televisión. La presión sobre los funcionarios de salud pública, el intendente de la ciudad y el gobernador de la provincia fue inmediata. El escándalo hubieses adquirido proporciones nacionales si no fuese porque coincidió con otro hecho más impactante: el asesinato a quemarropa por parte de la policía de secuestradores y rehenes ocurrido en Ramallo, después de una larga y tensa espera transmitida en vivo por TV a todo el país. Ese hecho acaparó la atención y el morbo nacional por varios días en forma excluyente. Pero localmente lo de los gatos tuvo su impacto. El intendente se movió rápido y firmó un contrato con la empresa ferroviaria. En todas las estaciones de servicio y por supuesto estaciones de ferrocarril de la ciudad y sus alrededores se apilaron jaulas de las que se usan para transportar pollos doble pechuga. Por ser una zona de gran producción de pollos, no fue difícil reunir las jaulas. Cada vecino que tuviese un gato debía colocarlo en una de ellas con un collar en el que se indicara nombre y dirección de los dueños. Los gatos callejeros, sin dueño, serían cazados por equipos especiales y correrían la misma suerte, para lo que se solicitaba la colaboración de la ciudadanía. El comunicado oficial de prensa se dedicaba principalmente a informar a la población que si bien la situación estaba controlada y no había que perder la calma, era de vital importancia que todos los poseedores de gatos cumplieran con el deber de este momento crítico y entregaran a las autoridades a sus mascotas sin dilación ni excepción alguna. Que trenes sanitarios “especialmente equipados” se ocuparían de llevarlos a un laboratorio lejos de la ciudad “especialmente dispuesto” en una estación también de ferrocarril “especialmente instalada a tal efecto”. La repetición de la palabra “especialmente” hacía suponer que al redactor no le habían dado mayor información.
A Andrés lo despertaron a las tres de la mañana y le hicieron tomar un taxi aéreo a Rosario. Mientras se vestía y también mientras estaba por despegar en el aeroparque, recibía y daba instrucciones. Prácticamente no iba a haber nadie para ayudarlo. La poca gente que había en Rosario estaba repartiendo jaulas de pollos en estaciones de servicio.
Mal dormido y de pésimo humor como estaba, Andrés alcanzo a tener una idea bastante buena: demoró el vuelo un par de horas y se fue a ver el frigorífico de pollos más moderno de la ciudad. Su sospecha se confirmó. Cuando llegaban a la planta las jaulas de pollos eran puestas sobre una plataforma que alimentaba automáticamente una cinta transportadora y desde allí nunca más intervenía la mano del hombre, hasta que alguien se comía el pollo. Miró atentamente los elementos de robótica. Solo necesitaba una pieza: el abre puertas y vaciador de jaulas. Había que comprarle uno al frigorífico invocando emergencia sanitaria y fletarlo ya para Rosario. Los polleros dudaron un poco pero se argumentó cuestión de vida o muerte y la mención de autoridades sanitarias fue muy persuasiva.
Por eso ahora Andrés camina sobre los vagones junto a miles de jaulas que en pocos minutos serán vaciadas dentro de vagones casi herméticos. No fue muy complicado adaptar la cinta transportadora de bolsas de alimento balanceado que el ferrocarril usaba constantemente y colocar el abre puertas de manera tal que se abrieran y vaciaran unas doscientas jaulas por vagón. Los vagones llevan una tapa como techo con una abertura cuadrada de medio metro de lado en el medio a fin de que los gatos no trepen por las paredes y se escapen. El maquinista está listo para partir ni bien se llenen los veinte vagones. No ha habido tiempo de esperar separadores para poner varios pisos de gatos en cada vagón. De todas formas lo que sobra en la empresa son vagones. Pero faltan jaulas así que rápidamente estas deben volver a las estaciones de servicio para seguir llenándose de gatos.
Rosario, por su economía cerealera vulnerable a los roedores, es una población tradicionalmente muy amante de los gatos por aquello de que “Los enemigos de mis enemigos son mis amigos”. Algún funcionario informó que se esperaba juntar entre cien y doscientos mil gatos. El eslabón débil del proceso es la cantidad de jaulas. Hay que vaciarlas rápidamente y devolverlas. Andrés se felicita por haber mandado el mecanismo automático del frigorífico.
Asoma la cabeza por la abertura del techo del primer vagón que pronto empezará a llenarse de gatos. Hay un bebedero y un comedero. Por lo demás es un espacio vacío, y sombrío como un calabozo. A pesar de que el viaje es de menos de dos horas han considerado que algunos gatos seguramente llevarán ya unas cuantas horas en sus jaulas.
Todo parece estar en orden. Andrés había insistido que dos metros y pico de salto no era nada para un felino y ahora está preocupado por que alguno se lastime, después de tanto tiempo de inmovilidad en la jaula. Pero seguramente será un espectáculo divertido verlos llenando el piso del vagón...
Acciona el control remoto de la cinta transportador para inaugurar el proceso. Pero no pasa nada. De lejos puede ver la luz verde en el panel central indicando que la máquina está encendida. Recuerda, entonces, que están usando vagones de cereal a granel y que un dispositivo de seguridad que él mismo ha diseñado impide que se llenen mientras esté abierto el respirador, para evitar que se escape el cereal por allí. Andrés baja a cerrarlo. Justo en el primer vagón la palanca para cerrarlo de afuera está rota. Tendría que meterse en el vagón para cerrarla de adentro. Deja el control remoto sobre la cinta transportadora. Se descuelga por la pequeña abertura en el techo y camina hasta el rincón del vagón a cerrar el respirador que está a unos diez centímetros del piso. Se pregunta si con el respirador cerrado el vagón estará suficientemente ventilado... si alcanzará con ese agujero en el techo por el que acababa de entrar. Al mirarlo se da cuenta de que no le resultará muy fácil salir, ahora que ha entrado. Sin duda no podrá alcanzar los bordes del boquete saltando. Tendrá que encontrar algo sobre que subirse o pedir ayuda a los gritos... quizá pueda pararse sobre los comederos y bebederos. Seguramente no estarán soldados y podrá apilarlos. En fin... de eso se ocupará luego, primero cerrar el respirador. Pero la manija también está rota por dentro. Apenas asoma una filosa punta que es imposible agarrar con los dedos. Sin embargo la suela de goma de sus zapatos podría hacerla bajar. Andrés prueba y en el segundo intento la manijita baja y se pierde en su rendija, cerrando el ventilete irreversiblemente. En ese mismo instante un zumbido y un traqueteo invaden el ambiente. Y como si los dos hechos no tuviesen nada que ver un gato salta dentro del vagón y corre asustado lejos de Andrés a un rincón. Andrés no ha tenido mucho tiempo de entender qué pasa cuando otro gato salta y le hace ver claramente la explicación. Al cerrar el respirador, habiendo dado previa orden de arranque con el control remoto, el proceso ha empezado. Y funciona perfecto! Al menos con estos dos gatos. Tres. Cuatro. Cinco...
El ritmo no está mal (menos de un segundo por gato) pero sin duda podría acelerarse sin causar problemas, piensa Andrés. El tiempo es dinero, dice desvergonzadamente su jefe, cada tanto. Su mano va a la cadera para tomar el control remoto en un gesto automático. Recuerda entonces que lo ha dejado arriba. Que lo ha apoyado sobre la cinta transportadora y esta ha echado a andar. Un error de principiante. Inadmisible. No siente mucha vergüenza porque nadie se enterará. Probablemente el control ya haya caído al piso desde el final de la cinta y se haya hecho pedazos. Para eso quizá haya que inventar una explicación. Andrés tiene que admitirse a sí mismo que no puede haber pasado otra cosa que eso. Acostumbrado a prever la conducta de los objetos inanimados cuando se los anima, tiene la certeza de que una caída de más de tres metros dañaría algún circuito y trabaría la orden presente. Los gatos seguirán cayendo en este vagón hasta que se vacíen las dieciocho mil quinientas jaulas de la primera recolección.

8 Comments:

Anonymous Anonymous said...

mierda que era largo... y recién empieza....
Son como doce capítulos
vamos a ver si a Taze le quedan ganas después de esto
...fue sugerncia de Mat... y yo hagoexactamenteloqueelsabe
A Flor ya la perdimos antes de empezar... es que vive en Haití y tiene que cruzar un mar enfiestado de tiburones con gorrito de cumpleaños y cornetas asusta suegras cada vez que quiere venir a leer...

Papaf

6:11 PM  
Blogger Boy said...

Me encantó el comentario anterior: el tipo la escribe y él la comenta...
así nunca te sentís solo ..No?
Get a life!

Papaf

6:12 PM  
Anonymous Anonymous said...

No se peleen, muchachos...los papafes sean unidos por que esa es laley primera

no riñan que hay gatos para todos

Papaf

6:15 PM  
Anonymous Anonymous said...

Con gorrito desde Haiti, in chapter 7, espantando suegras (como siempre!): Mucho gato, mucho gato, mucho gato...DONDE ESTA LA VACA DE AQUEL ENTONCES?????
Creo que estoy empezando a no entender el mundo...Flor

7:41 AM  
Blogger Mateo said...

Una vez fui a ver river rosario central y les cantaban "solo comen gatos, son lo putos de rosario".

Che, no vale dejar de escribir mientras posteas cosas viejas. Vos ahorrá que ya vendrán tiempos de vacas flacas.

8:52 AM  
Anonymous Anonymous said...

chapter 7?

explique

5:29 PM  
Anonymous Anonymous said...

entre tantos gatos...habrá magia?

2:30 PM  
Blogger Álvarez Gómez said...

Este el el famosos ceunto de los gatos?

7:19 AM  

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