Monday, May 22, 2006

Pepe pensando (2)

Cuando asaron las corvinas, esa noche, con los padres y otros amigos, se habló de cómo las habían pescado. Era una noche despejada y el cielo estaba invadido de una cantidad de estrellas que en Buenos Aires no se animaban. El fresco nocturno de Punta del Este era ideal para comer afuera con un sweater puesto. Eran los años setenta y el padre de Pepe se quejaba de lo que había crecido Punta del Este, que ya no era lo que era. Alrededor del fuego todos estaban contentos y sin apuro. El padrino parecía un poco más respetuoso, ahora, después de reconocer las dotes poéticas de Pepe. Por ejemplo le pidió permiso con una mirada para contar que se habían bañado desnudos y para citar la frase dicha por él. Pepe estaba orgulloso pero también tímido. Todavía no confiaba del todo en este tipo capaz de descalificar a los coleccionistas. No sabía en qué momento saldría con una viveza de las suyas a costa de otro que bien podría ser Pepe.

Las corvinas estaban ricas. Alguien dijo que era extraño que la literatura hubiese abundado tanto en la descripción de paisajes, rostros, personalidades y no hubiese un género destinado a describir la experiencia de saborear unas corvinas como estas con el excelente Suter etiqueta marrón que trajo Mani. Están los libros de recetas, argumentó débilmente otro. Esos son, a la loa de este placer, lo que los mapas son a la descripción del paisaje. Hubo risas. Es que el poeta necesita describir el paisaje para hacerlo propio, mientras que a la corvina la hace propia al engullirla. Sin embargo se podría decir lo mismo de la mujer y el poeta incurre en los dos métodos de hacerla propia: la litera y la literatura. Más risas. No sólo eso, sino que hoy en día, con el cine hasta muestra cómo la hace propia. Claro, para poner la corvina al mismo nivel habría que hacer películas de gente comiendo. El otro día vi televisión por la mañana (ahora hay televisión a cualquier hora) y mostraban a tipos jugando al golf! Te imaginás? Qué puede ser más aburrido que ver gente jugando al golf por tele!? Reite, yo vi en Estados Unidos gente pescando por TV. Ya no saben qué inventar. Me has deprimido, dijo el padrino, es pornográfico. Y la frase logró el efecto buscado, todos lo escucharon. Adoptando su acento español dijo: Hay una felicidad cuando salta del mar el brillo de la pesca, cuando se siente jalar en las manos el peso del pez… hay un silencio sobre la mar, que es un silencio de adentro, porque Dios os está hablando y os dice tomad, esto es para ti. No se puede copiar el brillo del pez en los burdos puntitos de la pantalla de TV. No se puede dedicarle a ese resplandor milagroso tres o cuatro fotogramas que lo dejen expuesto para siempre como un cadáver sin enterrar. En ese instante Pepe recordó la escena del álbum. Sintió un relámpago de adrenalina y se encontró hablando en el silencio que los dichos del padrino habían dejado: Esa película es para mostrar en el otro planeta. Porque hay dos lecturas del mismo instante. El resplandor que es alegría en tus ojos, ese tironeo que es la antesala del milagro, en el otro planeta son el terror, el desgarro, la trampa cruel, la traición del anzuelo en el paladar que esperaba un bocado. Arrancado de su mundo silencioso y denso y llevado a esta nada donde se festeja su sufrimiento. Al pescado lo hacen cruzar la superficie del mar como a quien lo mandan al infierno: cruzó esa delgada frontera y es arrojado a un piso seco en el que no puede respirar, le apoyan una pata en la cabeza y le retuercen la boca para sacarle el anzuelo. Y no muere en el acto. Es una lenta explosión cuando chocan los planetas... Fue el padrino quien rompió el silencio que se formó esta vez. Levantando ceremoniosamente la copa miró a los presentes y dijo como un sacerdote pagano: ACOCHOPLA! Y estallaron las carcajadas. Pepe se sintió como el pescado que describía. Las risas no eran lo que correspondía a ese momento y no entendía ni quería preguntar. Hasta que oyó que Mani le explicaba a su mujer: son iniciales, A- co- cho -pla , a coger que chocan los planetas! Lo gritábamos en la secundaria…

1 Comments:

Blogger Boy said...

Gracias por tu aporte Esequién.
El concurso del Pepe pensando (1) de todas maneras se declaró desierto porque el único particpante era empleado de Pepe.
Pero nos vino bien, porque de ahí surgió la idea del desierto y ahora estamos entregando una silla de cactus a cada participante sin distinción de raza, credo u olor.
Bueno sí, los que vengan con mucho olor los haremos esperar afuera. No es por nada viste pero dicen que el olor a chivo desafila las espinas de los cactus.

5:54 PM  

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