No Hables con Dios.
Las comidas con compañeros del colegio son paréntesis de la
vida.
Me sumerjo en un cocktail de pasado, devenir y presente en el que la circunstancia
actual de los demás tiene un barniz de irrealidad, porque todos sabemos que la
esencia de la persona, el verdadero
compañero era aquél que quedó en las fotos blanco y negro de la secundaria.
Se mezcla algún comentario sobre la actualidad, sobre el
trabajo, sobre política con alusiones y cuentos de aquél pasado emblemático, el
mito fundacional de nuestro grupo, la vida azul y gris del colegio.
Contamos una y otra vez las mismas anécdotas. Importamos al
presente aquel miedo y respeto por los mayores que profesábamos a algunas
autoridades, más jóvenes en ese entonces
que nosotros ahora. Hillis, el Sapo, Vera… El tono del recuerdo es la
barbaridad. Salvo uno o dos que trataban de cumplir con lo que se esperaba de
ellos en materia de educación y aprendizaje, éramos bárbaros, salvajes huyendo
por senderos selváticos de los cazadores blancos que nos perseguían con libros,
amonestaciones, libretas de notas, listas de asistencia, boletines de
aplazos y exámenes cuatrimestrales.
Cuando llego al restaurante veo una mesa de señores maduros
y algo lentos en sus movimientos. Las cabezas promedian un ralo gris raído. La
ropa es buena. El tono asentado de las
voces supone un nivel sociocultural con cierto grado de satisfacción. Somos
nosotros. No termina uno de acostumbrarse.
Saludo uno por uno. Ante cada cara sonriente sé de qué vive,
cuántos hijos, qué barrio, qué pareja, qué problemas de salud, qué amigos,
cuanto fuma, cuánto toma, si hace deporte, si tiene casa de fin de semana,
campo, lancha, moto, perro… Pero sobretodo lo veo en el colegio. A uno mirando
su prueba de matemáticas que ha vuelto con un tres escrito en rojo. A otro
sacando un machete bajo el pupitre. A otro escondiéndose en un locker en el
fondo de la clase. A otro apoyándole un encendedor caliente en la nuca al de
adelante. A otro armando una escultura hecha de sillas apiladas en distintas
posiciones y pegando en cada pata una colilla humeante de cigarrillo. A otro
pasando plastilina sobre la fórmica del pupitre para poder escribir las
fórmulas para la prueba de química en esa pátina opaca y que se vean sólo desde
cierto ángulo. A otro haciendo de campana en la puerta de la clase… Estábamos
en contra. Nada de lo que recuerdo denota la más mínima intención de apoyar
el propósito de la institución educativa
de transformarnos en alguna cosa mejorada.
Mesa de fiambres, papas fritas, chorizos, vino, vacío, pan,
ensaladas, más vino, postres café y sigue el vino con los que quedan en la
sobremesa. Algunos nos sentamos en las sillas del patio a fumar. El tono es más
intimista. Aparece algún dato triste. Nos consolamos mutuamente. Al rato un chiste
da vuelta esa página y fumamos el segundo cigarrillo. Steve me ofrece unos cigarrillos armados a
mano de una latita holandesa. Lo miro a los ojos sabiendo de sus costumbres. Me
dice “Son livianos, casi todo tabaco. De salón…, como tus chistes, ja ja.”
“¿Y lo que no es
tabaco?” pregunto yo mientras agarro uno pensando en quién te quita lo bailado.
“Lo que no es tabaco es lo que fuma el Barba”
Me emociona la relación de la droga y el absoluto que
siempre aparece en la cosmogonía de Steve.
Y con la segunda pitada empieza otra noche.
Le saco el bozal a mi constante deseo de llamar la atención
y parándome en la cabecera golpeo una copa con un tenedor hasta lograr que se
callen los doce que quedan.
“Hermanos Hijos de Puta,
estamos aquí reunidos para conectarnos con el Barba. Me ha pedido que
les transmita algunos mensajes:
Dice que sólo va a pasar en camello por el agujero de la
aguja aquel que se deje de mentir y vuelva a usar pantalones cortos de franela
gris.” No pude seguir. A nadie le interesaba mucho el mensaje del Barba y
querían continuar con sus conversaciones.
Por un rato me agarró una especie de pedo triste pero
quedarme quieto y en silencio me equilibró.
Empecé a ver todo con más significado y claridad. Ninguno de los dos de
la clase que aceptaban ser educados venía nunca a las comidas. Sus vidas habían
sido un desastre mezcla de mala suerte, ineptitud y vicios. Los salvajes
estábamos acá, para escribir la historia. Y el Barba me habló de nuevo: pero
esta vez solo a mí. No me pidió que trasladara. Me hizo ver: Nuestro colegio no
es la excepción. Nadie en el mundo dejó de ser salvaje. Nos hemos acostumbrado
a disimular, pero no hay uno ni acá ni
en el gobierno, ni en los hospitales ni las empresas ni en el vaticano que no
sea un mono huyendo de los cazadores
blancos. Todo es igual: No aprendimos de los maestros ni de ninguna otra
institución. Mentimos, igual que entonces. Las reuniones de la UIA, las cenas
de camaradería de los milicos, los médicos en que confiamos la vida de nuestros
hijos, los policías, los capitanes de barcos que impostan la voz para hablar en
la mesa de honor. Los tipos que leen las
noticias mirando a la cámara de televisión… fijate especialmente en esos y
pensá en cómo se copiaban en los exámenes y cómo ahora se hacen los buenos…
Descubrí que Steve me estaba mirando.
Me sentí descubierto por sus ojos gastados.
“No habría que mentir más…” dije
“Si lo tomás muy en serio te complica la vida… Vos sos de
tomarte muy en serio todo. Un consejo: No hables con el Barba”
2 Comments:
que lindo boy. yo siempre en mis madrugadas insomnes voy a facebook, chequeo mis mails, paso por el olé a ver si hay alguna noticia de riquelme, tengo algunos blogs de musica, ocasionalmente busco pintura nueva.
pero vos sos el unico blog de amigos que todavia visito. no se si recomendarte que empieces a subir tus textos a facebook, o quedarme con el placer de venir al blog solo, como el ultimo exigente, a leer tus textos. siempre dejo el 0 comments. pero esta vez no. esta vez vengo a dejar mis respetos al estudiante malandrin que fuiste y que le dejaste en la sangre a tu hijo con el que me toco compartir las clases. y a brindar por vos, y por que me gusta q abiertamente digas que te gusta llamar la atencion y que pases verguenza, y que recobres balance quedandote quieto y en silencio. brindo por tu coraje y por tus hijos. salu.
taz
Me encanta, tienes un corazón salvaje que pudo sostener una amistad copada con alguien como yo pese a todo lo que te has tenido que chupar.
La verdad se abre camino a través del faso, pero no hace falta la hierba para darse cuenta de que está empezando una revolución.
We are 99%!
Anonymous Silvia
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