Saturday, July 28, 2012

You don’t really need it! (15)



Hubo una de las personas que Jane entrevistó (cuando ya terminaba de selleccionar a la gente para la estructura delproyecto) que recibió un llamado en medio de la reunión y pidió disculpas diciendo que tenía una emergencia y que debía partir de inmediato. Jane, mucho después, supo que era una mentira. Una falsa  emergencia destinada a establecer con Jane otro tipo de relación, y estafarla. Esta mujer, Gertrude, mulata de facciones exageradas pero conjunto bastante armonioso, era una estafadora semiprofesional. Es decir que conseguía trabajos más o menos duraderos pero en sus ratos libres se dedicaba al cuento del tío. Se lamentó de interrumpir la entrevista y Jane la disculpó enfáticamente dado lo dramático de su excusa, y le dio su tarjeta.

Gertrude llamó a la noche y se juntaron en un bar. La “emergencia” estaba superada: el arma que habían relacionado con su hijo adolescente no estaba dentro de su armario del colegio sino debajo del armario y ahora se suponía que quedaría libre de toda acusación ya que nada probaba que fuera suya.

Jane escuchó con su estilo de siempre a esta mujer que de a ratos parecía una pequeña búfala de río y de a ratos un gran roedor, pero cuya dinámica facial nunca dejaba de fascinarla al punto que  a veces se dio cuenta de que había dejado de prestar atención a lo que decía. Tiempo después Jane sabría que la fascinante conversación que tuvieron esa noche con narraciones de su paso por cárceles y hospitales psiquiátricos, viajes a Marruecos y a Centro América, trabajos en minas, barcos pesqueros,  subterráneos de Chicago, y en vestuarios de clubs y la Iglesias del Pastor Morris, era  un entretejido de ficción, historias ajenas y autobiografía que nadie, ni Gertrude, podría ya desenmarañar para separar verdadero de falso.

A Jane no le importaba mucho la verdad. Su padre se había pasado la vida mintiendo. En los cimientos de su vida estaba su apellido cambiado y su actividad política clandestina. Todo lo construido después tenía el emparche sobre emparche de la novela de ficción. En la vida de la industria cinematográfica y aledaños la impostura es materia prima de las relaciones interpersonales. Nunca en mi vida la oí acusar a alguien de mentiroso ni descalificar lo que alguien dijera con la típica frase “bull shit” que  los americanos usan cada dos minutos para declarar que no creen en algo. Nunca la vi preguntarse si algo era verdadero o falso. Quizás por eso le sentaba tan bien trabajar en la fábrica de fantasías de Holywood. Pero más aún le sentaba todo este asunto de escuchar a la gente. Es difícil escuchar si uno está juzgando la veracidad de lo que oye. Y si uno prescinde de ese rol de juez (Jane lo demostró) puede taladrar un túnel en las palabras y acercarse a le esencia de la persona y quizás a algunas otras cosas que quienes nos sabemos escuchar sin juzgar nos perdemos.

A todo esto cabe aclarar que el proyecto empresario siguió adelante y que tuvo éxito durante un tiempo y ganaron mucha plata.  Jane contrató a Gertrude quien se transformó en su mejor amiga  y prácticamente su mano derecha. La que mejor interpretaba, transmitía y capacitaba a los nuevos cuadros de escuchadoras.  Hasta que  estafó a la empresa en una cifra interesante usando a Jane. Aunque eso no terminó con la amistad, el escándalo cambió una vez más la vida de Jane. Lo paradójico fue que si bien la consultora que detectó el fraude señaló a ambas como culpables, Alex Midas y su equipo estaban seguros de que Jane era más una víctima por confiar en Gertrude y no querían incriminarla. El problema fue que la abogada defensora de Gertrude se dio cuenta de eso y clavó allí su palanca para obtener beneficios. La empresa quiso ponerle un buen abogado a Jane porque se daba cuenta de que todo lo que perdiera Jane lo perdería el proyecto de la empresa. Pero Jane no aceptó el abogado. Y este es para mí el punto de inflexión. Este es el final de la novela. Jane no tenía problema en acompañar a Gertrude en su condena.

Yo pensaba, al principio, que Jane finalmente había ido muy lejos en sus acciones idealistas contra el sistema y el establishment y que poderes obscuros, desde las telarañas del poder, habían movido sus piolines para que Jane cayera en una trampa y fuera presa. Hoy creo que es más simple que eso. Jane contrata a Gertrude. Gertrude comete el ilícito en que Jane queda pegada. Pero lo más interesante es que Jane no hace nada por defenderse.

No hay fotos del juicio, pero su hermano dijo (según la cuñada) que Jane estaba de fantástico humor y no se hacía ningún problema con quedar presa.

Estas, que son noticias más recientes, me llevan a replantear algunas teorías.

Jane ha sido rica y supo que eso lo podía perder. Ha sido poderosa y vio el piolín de las caretas en el mundo del poder. Ha amado. Ha coqueteado con el suicidio. Mi teoría final es que encontró el secreto de la felicidad del que habla Anthony de Mello: el desapego.

Pero su camino fue este túnel que hace para acercarse a la gente escuchando la música más que el contenido de sus palabras. El conductor paralítico fue un baldazo de agua fría para Jane pero lo capitalizó. Hay gente que tiene anécdotas que no salen con la voz. Hay gente cuyo silencio es su mensaje. Hay cosas que no se dicen. Y el reino  donde esa idea puede llegar a su máxima expresión  es el de las reclusas: la cárcel.

La felicidad de que la caja haya ya muerto bajo las puñaladas de la tijera, de que el bastón pretencioso se hunda en el río y se lo trague el horizonte. La suerte de que, al haber sido robado, el sweater sea una idea, solo una idea, eterna. La bendición de que me encierren. Que no me dejen ni la libertad. You don’t really need it! Yo voy a enseñarles quien soy. Aún más: Voy a ser.

Aparentemente, ahora, la vida de Jane se justifica en no ocupar lugar. Durante un tiempo quiso que le demostraran que se merecía su lugar,con sueldos, con celos,  con éxito sin precedentes, con cambios de conducta como cuando escuchando a la gente la convencía de no comprar… finalmente se ha dado cuenta de que realmente no necesita que le paguen ninguno de esos tributos, que basta con encontrar el lugar en que la estadía es gratis, el nicho que nadie quiere, el de oír al que no habla. El no necesitar nada. ¿Quién puede pretender que un preso esté agradecido? ¿A quién le debe algo? Nadie es más rico.
Hace poco Jane volvió a escribirme. Supongo que por algunas cosas de nuestros mails ha percibido que estoy entendiendo algo más de su vida (quién sabe cuánto hay para entender…). Entonces hace una alusión que creo que puede servir de final a todo esto que quería escribir sobre ella.  Dice así:

“Una tarde de primavera, en la casa de la costa, me puse mi overall de jardinera, el sombrero de paja, los guantes,  y salí a carpir y regar mi cantero preferido: uno que está contra las rocas, al límite del barranco, donde empieza la reserva. Desde allí se ven, se oyen y se huelen las focas. Suelo hablar con las plantas, como esas viejas locas de las películas de misterio, mientras con la cuchara voy rompiendo el suelo alrededor de sus tallos, con cuidado para no lastimar las raíces. Mientras lo hacía miraba, entre las hojas y las flores de distintos colores, hacia las focas y el mar y oía de vez en cuando algunos alborotos de esa especie de ladridos que hacen, y me preguntaba de qué estarían hablando y cuán diferente sería ese sonido del que hicieron sus antepasados, en este mismo lugar, treinta mil años atrás. Quizás ellas ven  mis malvones que antes no estaban acá… que vienen de una semilla que estaba en un sobre, en un supermercado. Francisco, vos sabés que no soy ultra conservacionista ni nada de eso, no estoy hablando de ecología… es que tuve la visión de un peine, un peine gigante que lo peinara todo y desenredara todo y ordenara el universo: las focas quedarían, ¿mi casa y los malvones…? Quizás el peine debiera llevarlas…  ¿Entendés lo que digo? Si peinamos el universo… los sabios dicen que todo está como debe ser… pero hay cosas que se resisten a esa misma idea! Entres mis flores y las focas, entre hablar y escuchar, entre hacer o dejar que sea…  Mi felicidad en ese momento, carpiendo la tierra con el viento en la cara, el sol a pleno, los gritos de las focas, el olor del mar y de las flores… hubiera querido que el momento durara para siempre… pero a la vez  tuve la sensación de que se me abría una puerta. De que debía aspirar a algo más. Aspirar a no aspirar. No sé decirlo sin que suene cursi, Francisco, pero supe que había algo que no sabía  y que tenía que aprender. Algo que me estaba esperando. Después me olvidé. Pero cuando Gertrude cayó presa y vi que policías, abogados y jueces abrían unas grandes  puertas para salir del sistema y entrar en el más bajo de los mundos, sorpresivamente me acordé de los malvones y las focas.  ¿Cuántos huérfanos callados, cuántos paralíticos de Vietnam, cuántas ilusionistas del dolor, como Gertrude, me estarán haciendo un lugar para que yo llegue nadando a tirarme sobre su arena, al pie del acantilado, bajo el sol, como las focas?

Por definición, la cárcel es el peor lugar, pero la definición de los demás… You don´t really need it”










1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Precioso final, hay una sonrisa de Buda entre líneas. No sé si es de Jane o es la tuya...
en todo caso es un guiño que desenreda todos los pesares. El acondicionador que hace deslizar al peine del dharma universal.
Good Boy!
Silvia

2:11 PM  

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