You don’t really need it! (15)
Hubo una de las personas que Jane entrevistó (cuando ya terminaba de selleccionar a la gente para la estructura delproyecto) que recibió un
llamado en medio de la reunión y pidió disculpas diciendo que tenía una
emergencia y que debía partir de inmediato. Jane, mucho después, supo que era
una mentira. Una falsa emergencia
destinada a establecer con Jane otro tipo de relación, y estafarla. Esta mujer,
Gertrude, mulata de facciones exageradas pero conjunto bastante armonioso, era
una estafadora semiprofesional. Es decir que conseguía trabajos más o menos
duraderos pero en sus ratos libres se dedicaba al cuento del tío. Se lamentó de
interrumpir la entrevista y Jane la disculpó enfáticamente dado lo dramático de
su excusa, y le dio su tarjeta.
Gertrude llamó a la noche y se juntaron en un bar. La “emergencia”
estaba superada: el arma que habían relacionado con su hijo adolescente no
estaba dentro de su armario del colegio sino
debajo del armario y ahora se suponía
que quedaría libre de toda acusación ya que nada probaba que fuera suya.
Jane escuchó con su estilo de siempre a esta mujer que de a
ratos parecía una pequeña búfala de río y de a ratos un gran roedor, pero cuya
dinámica facial nunca dejaba de fascinarla al punto que a veces se dio cuenta de que había dejado de
prestar atención a lo que decía. Tiempo después Jane sabría que la fascinante
conversación que tuvieron esa noche con narraciones de su paso por cárceles y
hospitales psiquiátricos, viajes a Marruecos y a Centro América, trabajos en
minas, barcos pesqueros, subterráneos de
Chicago, y en vestuarios de clubs y la Iglesias del Pastor Morris, era un entretejido de ficción, historias ajenas y
autobiografía que nadie, ni Gertrude, podría ya desenmarañar para separar
verdadero de falso.
A Jane no le importaba mucho la verdad. Su padre se había
pasado la vida mintiendo. En los cimientos de su vida estaba su apellido
cambiado y su actividad política clandestina. Todo lo construido después tenía
el emparche sobre emparche de la novela de ficción. En la vida de la industria
cinematográfica y aledaños la impostura es materia prima de las relaciones
interpersonales. Nunca en mi vida la oí acusar a alguien de mentiroso ni
descalificar lo que alguien dijera con la típica frase “bull shit” que los
americanos usan cada dos minutos para declarar que no creen en algo. Nunca la vi
preguntarse si algo era verdadero o falso. Quizás por eso le sentaba tan bien
trabajar en la fábrica de fantasías de Holywood. Pero más aún le sentaba todo
este asunto de escuchar a la gente. Es difícil escuchar si uno está juzgando la
veracidad de lo que oye. Y si uno prescinde de ese rol de juez (Jane lo
demostró) puede taladrar un túnel en las palabras y acercarse a le esencia de la
persona y quizás a algunas otras cosas que quienes nos sabemos escuchar sin
juzgar nos perdemos.
A todo esto cabe aclarar que el proyecto empresario siguió
adelante y que tuvo éxito durante un tiempo y ganaron mucha plata. Jane contrató a Gertrude quien se transformó en su mejor
amiga y prácticamente su mano derecha.
La que mejor interpretaba, transmitía y capacitaba a los nuevos cuadros de
escuchadoras. Hasta que estafó a la empresa en una cifra interesante
usando a Jane. Aunque eso no terminó con la amistad, el escándalo cambió una
vez más la vida de Jane. Lo paradójico fue que si bien la consultora que
detectó el fraude señaló a ambas como culpables, Alex Midas y su equipo estaban
seguros de que Jane era más una víctima por confiar en Gertrude y no querían
incriminarla. El problema fue que la abogada defensora de Gertrude se dio
cuenta de eso y clavó allí su palanca para obtener beneficios. La empresa quiso
ponerle un buen abogado a Jane porque se daba cuenta de que todo lo que
perdiera Jane lo perdería el proyecto de la empresa. Pero Jane no aceptó el
abogado. Y este es para mí el punto de inflexión. Este es el final de la
novela. Jane no tenía problema en acompañar a Gertrude en su condena.
Yo pensaba, al principio, que Jane finalmente había ido muy
lejos en sus acciones idealistas contra el sistema y el establishment y que poderes obscuros, desde las telarañas del poder, habían
movido sus piolines para que Jane cayera en una trampa y fuera presa. Hoy creo
que es más simple que eso. Jane contrata a Gertrude. Gertrude comete el ilícito
en que Jane queda pegada. Pero lo más interesante es que Jane no hace nada por
defenderse.
No hay fotos del juicio, pero su hermano dijo (según la
cuñada) que Jane estaba de fantástico humor y no se hacía ningún problema con
quedar presa.
Estas, que son noticias más recientes, me llevan a
replantear algunas teorías.
Jane ha sido rica y supo que eso lo podía perder. Ha sido
poderosa y vio el piolín de las caretas en el mundo del poder. Ha amado. Ha
coqueteado con el suicidio. Mi teoría final es que encontró el secreto de la
felicidad del que habla Anthony de Mello: el desapego.
Pero su camino fue este túnel que hace para acercarse a la
gente escuchando la música más que el contenido de sus palabras. El conductor
paralítico fue un baldazo de agua fría para Jane pero lo capitalizó. Hay gente
que tiene anécdotas que no salen con la voz. Hay gente cuyo silencio es su
mensaje. Hay cosas que no se dicen. Y el reino donde esa idea puede llegar a su máxima
expresión es el de las reclusas: la cárcel.
La felicidad de que la caja haya ya muerto bajo las
puñaladas de la tijera, de que el bastón pretencioso se hunda en el río y se lo
trague el horizonte. La suerte de que, al haber sido robado, el sweater sea una
idea, solo una idea, eterna. La bendición de que me encierren. Que no me dejen
ni la libertad. You don’t really need it! Yo voy a enseñarles quien soy. Aún más: Voy a ser.
Aparentemente, ahora, la vida de Jane se justifica en no
ocupar lugar. Durante un tiempo quiso que le demostraran que se merecía su
lugar,con sueldos, con celos, con éxito sin precedentes, con cambios de
conducta como cuando escuchando a la gente la convencía de no comprar…
finalmente se ha dado cuenta de que realmente no necesita que le paguen ninguno
de esos tributos, que basta con encontrar el lugar en que la estadía es gratis,
el nicho que nadie quiere, el de oír al que no habla. El no necesitar nada.
¿Quién puede pretender que un preso esté agradecido? ¿A quién le debe algo?
Nadie es más rico.
Hace poco Jane volvió a escribirme. Supongo que por algunas
cosas de nuestros mails ha percibido que estoy entendiendo algo más de su vida
(quién sabe cuánto hay para entender…). Entonces hace una alusión que creo que
puede servir de final a todo esto que quería escribir sobre ella. Dice así:
“Una tarde de primavera, en la casa de la costa, me puse mi overall de jardinera, el sombrero de
paja, los guantes, y salí a carpir y regar
mi cantero preferido: uno que está contra las rocas, al límite del barranco,
donde empieza la reserva. Desde allí se ven, se oyen y se huelen las focas. Suelo
hablar con las plantas, como esas viejas locas de las películas de misterio,
mientras con la cuchara voy rompiendo el suelo alrededor de sus tallos, con
cuidado para no lastimar las raíces. Mientras lo hacía miraba, entre las hojas
y las flores de distintos colores, hacia las focas y el mar y oía de vez en
cuando algunos alborotos de esa especie de ladridos que hacen, y me preguntaba
de qué estarían hablando y cuán diferente sería ese sonido del que hicieron sus
antepasados, en este mismo lugar, treinta mil años atrás. Quizás ellas ven mis malvones que antes no estaban acá… que
vienen de una semilla que estaba en un sobre, en un supermercado. Francisco,
vos sabés que no soy ultra conservacionista ni nada de eso, no estoy hablando
de ecología… es que tuve la visión de un peine, un peine gigante que lo peinara
todo y desenredara todo y ordenara el universo: las focas quedarían, ¿mi casa y
los malvones…? Quizás el peine debiera llevarlas… ¿Entendés lo que
digo? Si peinamos el universo… los sabios dicen que todo está como debe ser…
pero hay cosas que se resisten a esa misma idea! Entres mis flores y las focas,
entre hablar y escuchar, entre hacer o dejar que sea… Mi felicidad en ese momento, carpiendo la
tierra con el viento en la cara, el sol a pleno, los gritos de las focas, el
olor del mar y de las flores… hubiera querido que el momento durara para
siempre… pero a la vez tuve la sensación
de que se me abría una puerta. De que debía aspirar a algo más. Aspirar a no
aspirar. No sé decirlo sin que suene cursi, Francisco, pero supe que había algo
que no sabía y que tenía que aprender.
Algo que me estaba esperando. Después me olvidé. Pero cuando Gertrude cayó
presa y vi que policías, abogados y jueces abrían unas grandes puertas para salir del sistema y entrar en el
más bajo de los mundos, sorpresivamente me acordé de los malvones y las
focas. ¿Cuántos huérfanos callados,
cuántos paralíticos de Vietnam, cuántas ilusionistas del dolor, como Gertrude, me
estarán haciendo un lugar para que yo llegue nadando a tirarme sobre su arena,
al pie del acantilado, bajo el sol, como las focas?
Por definición, la cárcel es el peor lugar, pero la
definición de los demás… You don´t really need it”
1 Comments:
Precioso final, hay una sonrisa de Buda entre líneas. No sé si es de Jane o es la tuya...
en todo caso es un guiño que desenreda todos los pesares. El acondicionador que hace deslizar al peine del dharma universal.
Good Boy!
Silvia
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