Dada
Hay una combinación insospechada en la gata negra de ojos
amarillos, el sol de otoño que entra con todo lo que tiene, el fuego prendido en
el hogar, la copa de vino tinto de mi
tierra, la mujer y el hijo, que en este momento se ríe imitando la cara que
puso la gata cuando la alcé.
Hace un instante le dije que me diera un beso y me lo dio con un abrazo.
Ahí se acabó el camino. Algo demasiado bueno explotó bajo la
línea. ¡Quién podría haberlo predicho!
Me es posible esta intensidad. Me es dada. La convicción de que no era posible me tendió esta trampa.
Y no pude evitar el susto: ¿qué hace un caminante como yo? ¿Qué
hace un resignado a la lucha por la causa perdida cuando le cambian la espada
por la flor? ¿Qué hace el que sólo aprendió a perder esforzarse y perder cuando
ve derrotado al campeón a sus pies?
¿Qué busca el que ya encontró pero sólo sabe buscar? ¿Dónde
pongo las manos? ¿Para qué sirve ahora el celular? ¿Cuál es el cronograma del
presente? Qué hago con la felicidad… Si yo no sé parar…
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