Mi amigo el Negro
Tiramos la moneda y me tocó ir a mí. No dejé que mi
expresión demostrara nada y agarré el cable sin mirar para abajo. Sentí los
músculos endureciéndose de miedo.
-
Si te soltás ahora, en veinte segundos vas a
saber.- dijo el Negro
-
¿Qué cosa?- pregunté tratando de que no me temblara la
voz.
-
Si Dios existe.
No era momento para insultarlo.
Pero cuando un año y medio después lo encontré encadenado a la topadora de los
Funes le apoyé el silenciador en la nariz y con la otra mano señalé el gatillo.
Él no podía acordarse.
-
¡Lo que es el progreso! – Le dije – En lo del Banco tomaba veinte segundos averiguar si Dios existía y ahora con este palito
podés saberlo en el instante.
Al mes le dijo a Marcela que yo
había caído y que seguramente me habían matado. La convenció de que iban tras
ella y se la llevó a Paraguay.
Ahí tuve suerte: A los cuatro
meses me contó la prima de Marcela que le había escrito y pude rastrear el
origen. Hice un transporte grande a Asunción que salió prolijo y pagó bien. Me
arreglé a un médico y lo metimos en un manicomio con camisa de fuerza y dopado.
Cuando se le pasó el efecto, pero
todavía con el chaleco puesto le llevé al Brazuka de visita. Lo tenían en una pieza acolchada. Yo mismo le solté la cintita del pantalón del pijama y
lo puse culo pal norte. No dejó que su expresión cambiara, pero estaba bien lúcido.
-
El Brazuka se olvidó de traer la vaselina- le
dije – Voy a comprar… en una de esas
llego para el tercero o cuarto.- Ahí me miró como en los viejos tiempos y se
rió, a pesar de la pose incómoda.
Un genio el Negro. Nunca tuve un amigo igual.
Al año siguiente tuvo la gangrena en Misiones y cuando me enteré ya estaba en el asilo.
Le llevé mucho alcohol, heroína y una mulata uruguaya de veintidós años. Nunca había visto medio cuerpo colocado. Era muy raro. Le habían dejado la mitad... era como un enano.
Cuando nos despedimos me pidió que no volviera nunca más.
- Nos tendríamos que haber caído del cable los dos en lo del Banco. Cuando importaba.- dijo. No me olvido más.
Al año siguiente tuvo la gangrena en Misiones y cuando me enteré ya estaba en el asilo.
Le llevé mucho alcohol, heroína y una mulata uruguaya de veintidós años. Nunca había visto medio cuerpo colocado. Era muy raro. Le habían dejado la mitad... era como un enano.
Cuando nos despedimos me pidió que no volviera nunca más.
- Nos tendríamos que haber caído del cable los dos en lo del Banco. Cuando importaba.- dijo. No me olvido más.
4 Comments:
es idea mía o es un cuento gay?
Algo bizarro, pero puede se el fruto de las vacaciones.
Un embole....Me dijo el médico que informara que no soy yo, es mi coágulo que puede deformar mis percepciones y mis expresiones. Mil disculpas: UN EMBOLE!!!
excelente. una salvajada la amistad. a mi me parece, con el riesgo que evidentemente implica contrariarte, que te tomaste muy a pecho el evento en lo del banco.
las respuestas con pistolas de varios colores y tamaños son un poco fuertes. sin embargo, me calma un poco que las reacciones del negro hayan estado a la altura. una amistad muy bien guardada con un candado con bastante oxido.
taz.
ahora entiendo todo.... tu amigo el negro es el brasilero al que le entregaste el culo del forro que te falto el respeto!!! aaaahh, las relecturas, menos mal!
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