Friday, June 22, 2007

Daga ataca a Pachamama

Hubo un día
en los tiempos de prehistoria
en que se hirguio el hombre
y el flujo de humores digestivos cambió de plano,
como el Titanic
para hundirse.
Como la aguja del reloj que dice doce.
De misma forma en que el humo,
dejando lo que fue
ya sin mirarlo
se enarbola para tocar el cielo.

Irrespetuosamente cruzó la línea madre,
que parió la lógica innegable,
se puso vertical y desafió
la ley del horizonte milenaria.

Desarmando el sonido familiar
del galope a cuatro patas,
con la insolencia del puñal clavando,
y de la lluvia
el hombre eligió avanzar de punta.
En cada tejido de su cuerpo se alteró el sentido
de la tracción gravitatoria
y obligados a la inestabilidad,
los mecanismos del sistema entero
desoyeron el amor declarado por la Tierra,
empecinados,
como el entrecejo del hijo rebelde y resentido.

Su pecho ya no enfrenta al barro abajo,
ni su espalda hace de techo bajo el cielo...
Ese nuevo hombre vertical,
que desoye reglas básicas de vida,
levanta la vista y las manos hacia el éter
inasible.
Pone nombre a las estrellas que lo ignoran,
lanza voces que pretenden dar sentido
y va apoyando alternativamente un pie inestable
en su vieja tierra distanciada
despidiéndola de sí en cada zancada
y volviendo a ella ingrato en la siguiente.

Pero en la noche…
Con los rayos del sol se va el orgullo.
La rigidez se ablanda de bostezos.
El no ver y el no ser se le confunden
y busca un hueco de sombra más profunda.

Desatadas las amarras del conjuro
que sostiene ese cuerpo de Babel,
una sobre otra desmoronan
las vértebras su vértigo y el de él.
Atontadas de cansancio se agradecen
a si mismas
sin reconocer la madre tierra.

Y de cada nudo suelto por el sueño,
salen libres a rondar las fantasías
vestidas de monstruos y de vidas
que los dos pies de este animal no conocían.

Armarán estos demonios de aire oscuro
una batalla de sentidos sin sentido.
Y apenas unas huellas del onírico festín,
quedarán en los ojos cual rocío
cuando vuelva el sol a dar el nuevo día
y el animal hombre se yerga
pertinaz
como si nada.

No importa lo que parezca que busca,
si la caza
o el agua
o su pareja.
En la forma de andar aunque no sepa,
aun distraído,
lleva algo de espada que,
de un hilo,
pende sobre alguna grieta.
Y si alguna vez asoma Dios en esa grieta,
se dejará caer el asesino.

Atravesándolo
como si fuera amigo.

2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

a la mañana las sabanas manchan las caras...Pero puede ser, eh? Florencia Freixa

3:33 PM  
Blogger Mateo said...

Muy bueno!

8:05 PM  

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