Examen de Historia del Arte
Cuando terminé el colegio me costó elegir carrera. Al punto
en que terminé estudiando dos cosas: por la tarde Bellas Artes en la Escuela
Prilidiano Pueyrredón, del Estado, y por la noche Publicidad en la Universidad
del Salvador, de los Jesuitas.
En Bellas Artes, además de las materias principales que eran
dibujo, pintura, escultura y grabado teníamos algunas teóricas como historia
del arte, perspectiva, psicología social y composición.
En publicidad también teníamos historia del arte pero mucho
más superficial: en un cuatrimestre se estudiaba desde la prehistoria hasta el presente.
Muchos años después, cuando tenía yo cerca de cincuenta, una señora
que mi vieja conoció en un viaje a la India
le dijo que ella había tenido un alumno, de apellido Ingouville, brillante, que
había dado el mejor examen que ella hubiese visto. Yo le contesté a mi vieja
que sin duda no era yo ya que nunca había sido alumno de diez. Pero el tema me quedó en la mente. Pasados unos
días una burbuja alcanzó la superficie en mi memoria. Empecé a recordar algo de
un examen en El Salvador…. Y finalmente todo el episodio fue tomando forma. Hoy lo recuerdo perfectamente.
En la Escuela de Bellas Artes, para la materia Composición,
tuve que hacer una comparación entre los pintores Kandinsky y Mondrian. Tuve que ver sus obras completas, estudiar sus vidas, leer sus ideas y entender
el contexto histórico. A las dos días de presentar la monografía me tocó dar
el examen de Historia del Arte en el Salvador. Dio la casualidad que el decano
de la facultad pasaba por ahí y se sentó en la mesa examinadora con la
profesora titular y otro profe que no sé quién era. Empezaron preguntando del
arte prehistórico y contesté correctamente. De ahí pasaron a los impresionistas
que eran los preferidos en mi familia: en casa había muchas reproducciones y
libros. Me preguntaron por otros plásticos del siglo veinte y mencioné a
varios, pero tenía tan fresco lo de Mondrian y Kandinsky que naturalmente pasé
a comparar sus obras con los
impresionistas y de ellos entre sí. Hablé
y hablé… Cité palabras textuales del libro “Punto y Línea sobre el Plano” de
Kandinsky. Los profesores estaban paralizados. Ni ellos podían saber tanto
sobre ese punto en particular. El hecho de que hubieran preguntado ellos sobre
esa época y que yo sacara relucir detalles tan eruditos parecía indicar que ese era el grado de
profundidad con que había estudiado toda la historia.
Me pusieron un diez. El decano se paró para felicitarme. Lo
raro es que si esa profesora no hubiese viajado, treinta años después, con mi vieja, yo nunca
hubiera vuelto a recordar el hecho.
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