Estoy un poco asustado.
Tan poco (o mucho) que tardé en darme cuenta y ni siquiera
estoy seguro de que sea cierto.
La razón aparente es
que he decidido escribir mi vida, mis memorias, algunos hechos que recuerdo. Y
no entiendo por qué. ¿Qué lleva a
alguien a poner en la finitud de veintisiete letras mezcladas en diferentes órdenes y
combinaciones la infinitud de su pertenencia al universo?
¿Es una despedida? ¿Siento, quizá, que ya está?
En la introducción a mis memorias, que he titulado “Hablemos
de otra cosa” digo que quiero escribir mi vida para sacarme de encima ese
monótono y eterno soliloquio sobre qué he logrado, cómo me siento, quién soy… y
empezar una nueva etapa. Una nueva vida que necesariamente debe ser mejor que
esta. Nunca es tarde para tener una
infancia feliz, me digo.
Digo eso. ¿Vos me
crees?
María dijo que ve venir una crisis.
María dijo que ve venir una crisis.
Pero yo me lancé. Tengo una lista de cerca de sesenta anécdotas de
mi vida que podrían hacer un buen conjunto. Y empecé a escribir y tachar. Llevo
como seis ya escritas. Y de la hoja en blanco surgió la punta de un puñal
buscándome: el miedo. Estaba narrando hechos y mi estilo se puso informativo.
El “Readers Digest “ era poesía experimental comparado con mi estéril planicie
narrativa. Qué hay en el miedo y en la narración de lo vivido que ahuyenta a
los payasos y las almas en pena. ¿Por
qué se me entumece la lengua, me pongo el traje y me aferro a las diferencias entre la el gris y la sombra?
No sé quién ganará este juicio en el que se ha mencionado la
silla eléctrica.
Pero me apasiona estar todavía vivo.
3 Comments:
Me encanta que los que leen dejen por lo menos un anónimo diciendo que leyeron. El cero comment es el fin del mundo.
Leí
Yo
Me 2.
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