Friday, May 28, 2010

You dont really need it (5)

"The Rose Black"

El polaco le mandó un ramo de rosas a Jane.
“Negras! Negras!” gritaba Jane en su mail cuando me lo contó.
Es parte de su superstición. Jane es atea pero se aferra a símbolos y fetiches. De adolescente escribía poemas que firmaba con el pseudónimo “The Rose Black”.
No me lo dijo porque sabe lo crítico que soy de su dependencia al pensamiento mágico, pero sé que piensa que hay algo de reencarnación o de astros siameses. Jane es de esas personas que me asombran por su capacidad de pasar a ser absolutamente racional después de ser absolutamente irracional y viceversa. Siempre sin avisar.
Por suerte la única parte del cerebro humano que hace esas piruetas es la que usamos para pensar. La parte que se ocupa de coordinar la digestión, por ejemplo, se atiene bastante más a la realidad, gracias a dios, la virgen y a las reencarnaciones.
Yo creo que ese ramo de rosas es lo que llevó a Jane a la cárcel. Tal vez Jane hubiese olvidado al polaco y el brillante discurso con que ella lo había hecho un poco más humano y aterrizado. El maldito ramo de rosas rojas le dijo: "Esto no es casualidad, Jane, acá hay algo, quizás el mismo accidente fue parte de un plan superior, nada es casualidad.Tenías que perder el trabajo y el registro para cumplir con tu destino..."
El virus tardó en incubar: Dos semanas después llegó una vieja a comprar el aparato que vende Mario Barakus en TV. Jane dice que tuvo una especie de visión de la vieja metida en la cama con cofia y control remoto, una gata durmiendo a su lado, la bandeja con los restos de la comida en la mesa de luz, y sus ojos celestes, tan claritos (abrillantados por el reflejo de la tele en sus anteojos) mirando el aviso en que un Mario Baracus, que ya no tiene nada de magnífico, hablaba de las virtudes de la juguera automática.
“No le dije que no lo necesitaba{, me escribió Jane. "La escuché hablar y mostré interés por todo lo que me decía. Entre otras cosas te puedo informar que su gata Miracle es la nieta de la nieta de su primera gata y que todas vivieron con ella hasta morir (nunca más de cuatro a la vez y todas murieron en perfecto orden de aparición. First in first out, dijo la vieja con toda seriedad.)”
Jane intuyó que la señora tenía mucho para contar y no se equivocaba. Tenía y quería contar. Jane dice que se quedó dos horas y no es de las personas que exagera con el tiempo porque le es un tanto indiferente. Que lloró tres veces. Que se tomó una aspirina y un te. Que le mostró una foto de su marido, muerto veinte años antes, con otra mujer. Que le regaló una gorra plástica para la lluvia. Que habló de sus trabajos, de la máquina de tejer knitax que compró en esa misma tienda cuarenta y ocho años atrás, del crucero a Cuba que hizo con sus padres antes de Fidel, de una vez que se cayó de la escalera. De aquella noche, en el carnaval de New Orleáns, que no sabe lo que hizo porque estaba tan borracha que olvidó todo (y nadie que ella conozca puede contarle). De un negro que le propuso casamiento cuando estaban en la universidad. De lo diferente que hubiese sido su vida si se hubiese recibido. De un dentista que le apoyaba la rodilla y no le cobraba. Del número de lotería que compró durante treinta y dos años, porque su padre lo compraba, y cómo un día decidió no comprarlo más. De que no sabía si su hermano estaba vivo o no. De lo que tardan las ambulancias en llegar a su casa cuando tiene problemas de salud. De la madre de Miracle que se llamaba, Music, y que una noche dijo una palabra. Del veterinario que había inseminado artificialmente a todas sus gatas y se había llevado todos los cachorros menos una hembrita en cada ocasión.
Jane mencionó todos esos temas y supongo que habrá habido otros que eligió no contarme o que olvidó. La cuestión es que finalmente la señora se despidió con una sonrisa lenta y profunda y se fue sin comprar. Jane lo vivió como un gran triunfo. Dos horas es algo que ella puede permitirse porque es amiga del gerente y porque los demás vendedores la respetan. Pero cuando me lo contó pensé que la iban a echar si se repetía de una u otra forma. Mario Baracus es parte de un sistema que tiene todo controlado, y no perdona.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Ahora que terminó Lost, es un consuelo tener las aventuras de Jane en episodios.
S

8:58 AM  

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