Cuento para bajar la fiebre desde lejos.
Sancho está con fiebre en Buenos Aires y yo estoy en México.
No le puedo contar los cuentos que le invento casi todas las noches cuando se acuesta...
Así que le mando uno por escrito para que se lo lea Maribel. Hay que empezarlo como empiezan todos los que le improviso, acostado junto a él en la cama, con voz grave, lenta y profunda, y estirar las uuu de "muchos" y de "muy":
Había una vez, hace muuuuchos muuuchos años... en un país muuuy lejano, un hombre que tenía un gran perro y un gato negro. A veces salían a caminar los tres. Un día el gato se cansó porque era un paseo largo y se subió arriba del perro y la gente que los veía pasar aplaudía.
Este hombre tenía un pequeño restaurante que atendía el mismo y juntaba las sobras para que las comieran sus amigos cuadrúpedos y peludos.
Vivían muy felices hasta que un dia se enfermó el hombre y no pudo ir a trabajar. El perro y el gato estaban re tristes porque lo veían sufrir, porque lo querian mucho y porque no sabían como ayudarlo.
Fueron a la casa de un vecino que era médico y ladrando y maullando lo convencieron de que los siguiera hasta la casa para ver al enfermo. El médico lo revisó, escribió una receta de un remedio, le dijo a los animalitos que lo compraran urgente en la farmacia, y se fue.
Pero en la casa ya no había plata porque el hombre hacía días que no trabajaba.
Entonces el gato agarró una gorra del hombre y se subió arriba del perro. Fueron a la plaza del pueblo y la gente aplaudia y se reía de ver las piruetas que este gato con gorra hacia sobre el perro.
Entonces el gato puso la gorra en el piso y el perro ladraba y el gato maullaba para que la gente pusiera plata en la gorra.
Asi juntaron más de lo que necesitaban para el medicamento.
Y fueron a comprarlo. También compraron comida rica.
Y a los pocos días el hombre se curó. Y todo volvió a la normalidad.
Pero un tiempo después, el gato estaba jugando como juegan los gatos. Hacía deslizar y persegía y atrapaba el envase del remedio como si fuse un ratón,. De pronto con un golpe de su mano, la caja se abrió y salieron todos las pastillas del remedio. Así el gato y el perro se enteraron de que su amo no había tomado la medicina.
Cuando volvió le mostraron la caja y lo miraron con cara de pregunta.
El se rió y les dijo. "Es cierto no tome el remedio porque cuando supe el esfuerzo que habían hecho por mi, para curarme y alimentarme sentí tanta emoción que tuve la seguridad de que me iba a sanar.
No hacia falta el remedio.
Me curó el amor".
Los tres se abrazaron y después salieron felices a caminar.
No le puedo contar los cuentos que le invento casi todas las noches cuando se acuesta...
Así que le mando uno por escrito para que se lo lea Maribel. Hay que empezarlo como empiezan todos los que le improviso, acostado junto a él en la cama, con voz grave, lenta y profunda, y estirar las uuu de "muchos" y de "muy":
Había una vez, hace muuuuchos muuuchos años... en un país muuuy lejano, un hombre que tenía un gran perro y un gato negro. A veces salían a caminar los tres. Un día el gato se cansó porque era un paseo largo y se subió arriba del perro y la gente que los veía pasar aplaudía.
Este hombre tenía un pequeño restaurante que atendía el mismo y juntaba las sobras para que las comieran sus amigos cuadrúpedos y peludos.
Vivían muy felices hasta que un dia se enfermó el hombre y no pudo ir a trabajar. El perro y el gato estaban re tristes porque lo veían sufrir, porque lo querian mucho y porque no sabían como ayudarlo.
Fueron a la casa de un vecino que era médico y ladrando y maullando lo convencieron de que los siguiera hasta la casa para ver al enfermo. El médico lo revisó, escribió una receta de un remedio, le dijo a los animalitos que lo compraran urgente en la farmacia, y se fue.
Pero en la casa ya no había plata porque el hombre hacía días que no trabajaba.
Entonces el gato agarró una gorra del hombre y se subió arriba del perro. Fueron a la plaza del pueblo y la gente aplaudia y se reía de ver las piruetas que este gato con gorra hacia sobre el perro.
Entonces el gato puso la gorra en el piso y el perro ladraba y el gato maullaba para que la gente pusiera plata en la gorra.
Asi juntaron más de lo que necesitaban para el medicamento.
Y fueron a comprarlo. También compraron comida rica.
Y a los pocos días el hombre se curó. Y todo volvió a la normalidad.
Pero un tiempo después, el gato estaba jugando como juegan los gatos. Hacía deslizar y persegía y atrapaba el envase del remedio como si fuse un ratón,. De pronto con un golpe de su mano, la caja se abrió y salieron todos las pastillas del remedio. Así el gato y el perro se enteraron de que su amo no había tomado la medicina.
Cuando volvió le mostraron la caja y lo miraron con cara de pregunta.
El se rió y les dijo. "Es cierto no tome el remedio porque cuando supe el esfuerzo que habían hecho por mi, para curarme y alimentarme sentí tanta emoción que tuve la seguridad de que me iba a sanar.
No hacia falta el remedio.
Me curó el amor".
Los tres se abrazaron y después salieron felices a caminar.
2 Comments:
ojo que publiqué dos juntos...más abajo hay otro que se llama Facundo y es cortito como él.
Uy!!! No lo hice con esas indicaciones del inicio!!! Y en mi cama no produce el mismo efecto... Volveeee!!!
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