Tuesday, June 22, 2010

You don't really need it. (12)

Se menciona a la biblia tangencialmente.

Uno de los workshops que Jane facilitó para los nuevos empleados que debian aprender a ser ella fue en la afueras de Boston. Jane se hospedó en un hotel cerca de Tufts University, y finalizado el entrenamiento, se fue a quedar con su hijo, que estudiaba en esa universidad y tenía un pequeño departamento en un barrio cercano.

Es común que, cuando uno quiere tener una profunda conversación con su hijo, él no esté dispuesto. Y que, cuando uno realmente no quisiera tenerla, algo lo atraiga, al hijo de puta, a acercarsce y buscar la conversación íntima. Es un clásico que cuando esto último ocurre, los padres no sabemos rechazar la oportunidad. Jane se dejó arrastrar a un diálogo con vino y fuego en el hogar y queso camambert y velas. Fue muy raro contarle a alguien que nunca había comprado un electrodoméstico todo el asunto en que estaba metida. Cómo explicarle el sexo a un robot? Pero el vino ayudó.
Contarle el sexo al robot nos expone a lo ridículo de esa práctica: frotar partes húmedas y malolientes. Tocar (como si el tacto no fuera el más bajo de los sentidos) Chupar. Repetir espasmódica e irracionalmente el mismo movimiento. Endiosar cosas menores. Perder la objetividad. Admirar partes que son habitualmente relegadas a las últimas posiciones de la escala de valor. Transformar los buenos modales en algo vergonzoso y valorar los excesos y extremismos. Hacer de nuevo lo que no tiene novedad fingiendo de común acuerdo que es maravillosa la repetición. Gozar sin excusas, reir y suspirar, relajarse y dormitar con una sonrisa como si todo estuviese resuelto. "Paren de mentir! "gritaría el robot "Paren de mentir!!!".
El hijo de Jane no gritó porque sintió que la madre estaba un poco loca y que prefería no alterarla para no tener que ocuparse de ella justo en el fin de samana que pensaba irse a esquiar con una companiera de facultad que le recordaba el sabor de las peras en la infancia.
Debo admitir que la última frase sobre las motivaciones de ese chico las inventé. Pero es cierto que el tipo publicó un poema batante bueno, en la revista de la universidad, que yo leí en internet, y que decía que antes de conocer a las mujeres, su mejor recuerdo eran las peras de la infancia en la quinta de su abuela.
Y también es cierto que Jane me contó que su hijo y ella se excedieron con el vino y él le habló de sus recuerdos de la huerta de la abuela (incluyendo las peras) y ella recordó aquellas tardes en que metían de todo en la licuadora: duraznos, peras, ciruelas, naranjas, tomates, hierbas picantes, hielo, leche, manteca de maní,mermelada, azucar y gin.
Jane recuerda que, estando embriagada por esos menjunjes, el atardecer junto al río y los hijos tenían olor a campo, a piel sana, a lluvia recién llegada y a felicidad.
Uno no se imagina a los judíos haciendo vida tan sana. Es culpa de Hollywood. Se han cansado de mostrarnoslos amenazados por nazis perversos en escenas mal iluminadas y sórdidas... tenemos amigos judíos, hoy, pero los interpretamos a la luz de esas películas. Y a veces hasta ellos parecen sentirse obligados a cumplir ese papel de supervievientes afortunados y resentidos. No pretendo juzgar si tienen razón o no. Pero contrasta con aquella hermosa imagen de licuadoras llenas de frutas, azucar y gin... y atardeceres de festejo. Me pregunto si, en el caso de los Niven, el cambio da apellido se los autorizó. Y también quisiera saber, para mi propio beneficio, si será cierto que la fruta ( que en última instancia es un producto del sexo vegetal) licuada, endulzada y alcoholizada, no es mucho mejor que la biblia para orientarse en la vida.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

si no fuera proque el buda me dijo que la meta es el camino y mateo me dijo que el camino es el camino y subin mehta dijo la meta soy yo... confieso que empzaría a protestar de este partido que cada vez se aleja más del gol

7:26 PM  

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