Wednesday, May 04, 2016

En el Epacio


Chaitri es nacida y criada en una estación espacial y habla de “caer”  o “subir”  como los ciegos dicen “nos  vemos más tarde”.  Cuando tenía cuatro años el padre le preguntó un día ¿qué es abajo? Y dijo: los dedos de los pies.  Cuando tenía once llevaron a la estación  una nave de simulación de gravedad por fuerza centrífuga y al principio se reía pero inmediatamente se sintió mal y vomitó. No quiso volver a probar.

Sus padres han retomado la tradición de sus ancestros y le han elegido marido, brahmán como ella. Es un tipo  de  más de veinte, que todo el mundo llama Sid porque la prensa lo apodó Sidharta. Es hijo de astronautas, y  ha estado en otra estación espacial durante los primeros seis meses de su vida y sigue la carrera de sus padres. Se hizo famoso por adivinar el número de un dado más de un sexto de las veces que era arrojado, en un programa de ciencia de la televisión. Dice que no puede explicar cómo lo hace pero invariablemente y con cualquier dado, acierta casi en un cuarto de las oportunidades.  

Confederaciones de organizaciones de derechos de los niños y de derechos humanos han solicitado que se traiga a Chaitri a Tierra, pero ella no quiere “bajar”.   

Sid tiene como hobby el motocross y muchas motos con las que también se desplaza por las calles. Sabe que los automovilistas no tienen suficiente conciencia de que las motos existen y que son peligrosos.

Cuando Sid visitó a Chaitri por primera vez, se enamoró inmediatamente, contra todas las previsiones. Recordemos que el cuerpo de Chaitri  y sus facciones están, digamos, “estilizados” por la falta de gravedad. Pero Sid y ella tuvieron una conexión espiritual fulminante. La visita duró apenas una semana y a Sid le costaba mucho despedirse.

Al partir le contó una anécdota de su vida: Iba con el auto por una avenida de una vieja ciudad europea. En un semáforo había una flecha  para doblar a la izquierda. Tuvo que detenerse  y esperar porque la flecha estaba roja. Temió que los que venían detrás de él no advirtieran que se iba a detener en el semáforo porque este estaba verde para los que querían seguir derecho.  Sacó súbitamente el brazo para hacer señal de doblar a uno que, por el espejo retrovisor,  vio venir  un poco demasiado rápido  tras él. De frente a Sid , en la dirección contraria venía una moto que para pasar a un auto se había cruzado un poco la línea que dividía la avenida al medio. Al sacar Sid la mano casi le pega al motociclista en la cara. Y este tuvo que frenar súbitamente y dejar pasar al auto que quería superar.  El italiano que iba al volante le gritó un insulto a Sid en el momento de eludir su brazo. La frenada quizás encontró una mancha de aceite…  La moto patinó y el hombre fue arrollado por un camión de un correo privado. La luz cambió y los autos que venían detrás le tocaban bocina así que decidió  avanzar y volver inmediatamente después al lugar. Pero la calle lo llevó inexorablemente a una autopista que no le dio oportunidad de salir por una larga distancia, y cuando logró bajarse no supo encontrar el camino de vuelta en la irregular grilla de las antiguas calles. Estaba muy nervioso y convencido de que el motociclista había muerto. Cuando finalmente llegó al hotel no pudo dormir en toda la noche. No hacía más que pensar que la última imagen vista por ese hombre había sido su cara, y que había muerto convencido de que él había intentado  agredirlo por estar unos centímetros fuera de su carril. Más que la muerte le parecía insoportable la irrevocable incomunicación. Chaitri lo escuchó en silencio con sus ojos negros y profundos clavados en su cara.

Ella no quiso preguntar el motivo por el cual le contaba eso al partir. Quiso que hubiera entre ellos desde el principio ese abismo de incomunicación que a la larga sería inevitable.

1 Comments:

Blogger Silvia Bonetti said...

Me gustó mucho, un post millennial.
Me gusta que la falta de gravedad no resuelve el misterio de gustarse.

2:20 PM  

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