En el Epacio
Chaitri es nacida y criada en una estación espacial y habla
de “caer” o “subir” como los ciegos dicen “nos vemos más tarde”. Cuando tenía cuatro años el padre le preguntó
un día ¿qué es abajo? Y dijo: los dedos de los pies. Cuando tenía once llevaron a la estación una nave de simulación de gravedad por fuerza centrífuga
y al principio se reía pero inmediatamente se sintió mal y vomitó. No quiso
volver a probar.
Sus padres han retomado la tradición de sus ancestros y le han
elegido marido, brahmán como ella. Es un tipo de más
de veinte, que todo el mundo llama Sid porque la prensa lo apodó Sidharta. Es
hijo de astronautas, y ha estado en otra
estación espacial durante los primeros seis meses de su vida y sigue la carrera
de sus padres. Se hizo famoso por adivinar el número de un dado más de un sexto
de las veces que era arrojado, en un programa de ciencia de la televisión. Dice
que no puede explicar cómo lo hace pero invariablemente y con cualquier dado,
acierta casi en un cuarto de las oportunidades.
Confederaciones de organizaciones de derechos de los niños y
de derechos humanos han solicitado que se traiga a Chaitri a Tierra, pero ella
no quiere “bajar”.
Sid tiene como hobby el motocross y muchas motos con las que
también se desplaza por las calles. Sabe que los automovilistas no tienen
suficiente conciencia de que las motos existen y que son peligrosos.
Cuando Sid visitó a Chaitri por primera vez, se enamoró
inmediatamente, contra todas las previsiones. Recordemos que el cuerpo de
Chaitri y sus facciones están, digamos, “estilizados”
por la falta de gravedad. Pero Sid y ella tuvieron una conexión espiritual
fulminante. La visita duró apenas una semana y a Sid le costaba mucho
despedirse.
Al partir le contó una anécdota de su vida: Iba con el auto
por una avenida de una vieja ciudad europea. En un semáforo había una
flecha para doblar a la izquierda. Tuvo
que detenerse y esperar porque la flecha
estaba roja. Temió que los que venían detrás de él no advirtieran que se iba a
detener en el semáforo porque este estaba verde para los que querían seguir
derecho. Sacó súbitamente el brazo para
hacer señal de doblar a uno que, por el espejo retrovisor, vio venir un poco demasiado rápido tras él. De frente a Sid , en la dirección contraria venía una moto que para
pasar a un auto se había cruzado un poco la línea que dividía la avenida al
medio. Al sacar Sid la mano casi le pega al motociclista en la cara. Y este tuvo
que frenar súbitamente y dejar pasar al auto que quería superar. El italiano que iba al volante le gritó un
insulto a Sid en el momento de eludir su brazo. La frenada quizás encontró una
mancha de aceite… La moto patinó y el
hombre fue arrollado por un camión de un correo privado. La luz
cambió y los autos que venían detrás le tocaban bocina así que decidió avanzar y volver inmediatamente después al
lugar. Pero la calle lo llevó inexorablemente a una autopista que no le dio
oportunidad de salir por una larga distancia, y cuando logró bajarse no supo
encontrar el camino de vuelta en la irregular grilla de las antiguas calles. Estaba muy nervioso y convencido de que el
motociclista había muerto. Cuando finalmente llegó al hotel no pudo dormir en
toda la noche. No hacía más que pensar que la última imagen vista por ese
hombre había sido su cara, y que había muerto convencido de que él había intentado agredirlo por estar unos centímetros fuera de su carril. Más que la muerte
le parecía insoportable la irrevocable incomunicación. Chaitri lo escuchó en silencio con sus ojos negros y profundos clavados en su cara.
Ella no quiso preguntar el motivo por el cual le contaba eso
al partir. Quiso que hubiera entre ellos desde el principio ese abismo de
incomunicación que a la larga sería inevitable.
1 Comments:
Me gustó mucho, un post millennial.
Me gusta que la falta de gravedad no resuelve el misterio de gustarse.
Post a Comment
<< Home