La parte que pregunta
Carla era
mi hermana.
La
enfermera de mi vieja grabó unas anécdotas de la infancia de Carla que mi vieja
le contó y anduvieron en Facebook gozando de sus quince minutos de fama.
Las
voy a copiar acá para que el que no las haya visto sepa un poco como era
el estilo de Carla:
- Tengo miedo de
servir para algo – me dijo
Apoyé sus medias sobre la cómoda sin
decir nada y me fui a la cocina… a prepararle el desayuno o a algo, porque no
hubiese podido explicarle por qué su madre lloraba.
O quizás le dije “No te preocupes que no corrés mucho
riesgo… y vestite de una vez, Carla, que vas a llegar tarde. A ver, una pata
acá, que hace frío, no andes descalza…”
Ella no se acuerda. Tenía cuatro años, no puede acordarse. Y yo
tengo setenta y ocho así que tampoco
debería acordarme.
Un día me preguntó cuánto costaba un
auto. Y, después de un rato, por
qué no usaban algo más barato para armar
embotellamientos de tránsito.
-Tendríamos que
elegir una persona y entre todos los demás, hacerla feliz - me dijo a los once
– pero no me elijan a mí, porque lo que me hace feliz a mí es no ser feliz.
A los doce conoció a un neurocirujano
en el barco, yendo a Montevideo. Le preguntó si podía conectar un nervio suyo
con otro de una amiga de ella, porque quería saber cómo sentía el prójimo.
A los diez y siete, cuando estaba por
terminar el colegio preguntó por qué no agrandaban el colegio en vez de echarla
a ella y su promoción.
No podía elegir una carrera porque
quería saber todo.
- Tengo miedo de no servir para nada si no se todo.- me dijo. Y esa vez
sí lloré, no me cabe duda. Y cuando me preguntó qué me pasaba le dije que
cuando tenía cuatro años tenía miedo de servir para algo.
-¿Y llorás por haber estropeado ese maravilloso proyecto que fui?-
-¿Y llorás por haber estropeado ese maravilloso proyecto que fui?-
Eso es lo
que nos ha quedado como recuerdo excluyente, sellado y aprobado por la fama de
las redes.
Junto con
que Sarmiento nunca faltó al colegio o que Washington siempre dijo la verdad, o
que Belgrano creó la bandera del color del cielo y las nubes.
Odio
hablar de Carla porque tengo más presente su muerte que su vida.
Mi viejo
era geólogo y le gustaba explicarnos cosas. Era un filósofo, todo le interesaba
y todo lo quería explicar. Me acuerdo especialmente de un verano a la noche en
que con una naranja en la mano nos explicaba como la tierra daba vueltas al
rededor del sol representado, en esa ocasión, por la lamparita que colgaba
desnuda, como un ojo desorbitado, sobre la mesa del comedor diario. Nos
mostraba el día y la noche y cómo por la inclinación del eje de rotación se
producía el verano y "acá ven que la luz pega más suave por que los
ángulos llegan oblicuos" el invierno. Era una linda explicación que yo
seguramente hubiese recordado toda la vida aún si no hubiese sido subrayada por
lo que ocurrió unos meses después.
Yo pedí
de postre una naranja y mi madre mostrándomela, medio verde de moho, desde
la frutera, me dijo, "queda una sola y está mala".
Carla
sugirió: "sacale la parte que pregunta"
Mi madre
no intentó entender pero mi padre que tenía adoración por Carla le pidió que
explicara.
Carla, haciendo de cuenta que
tenía la naranja en la mano empezó a orbitar al rededor del la lamparita como
había hecho Papá. "Esto es la Tierra dando vueltas y vueltas por miles de
millones de años alrededor de uno de los millones de soles que hay en el
universo. Inerte. Inerte .Inerte, decía mientras giraba una y otra vez
alrededor de la lamparita. Hasta que se dan las condiciones... agua carbono
rayos y paf... empieza a fermentarse la superficie de la naranja. Aparece
la vida más primitiva y durante millones de años esta fermentación del universo
progresa y fabrica la fotosíntesis y nace el oxígeno y patatín patatán. Es el
universo... haciendo lo que hacen los universos. Lo más Pancho. Pero la
fermentación va generando nuevos bichos y aparece el hombre. Y el hombre pregunta
qué es el universo. Algo le falla. Sale del universo y se cree que no es el
universo. Y cuando explica que la Tierra gira alrededor del sol con una
naranja, no dice giro o giramos alrededor del sol dice la
Tierra gira. Algo pasó en la fermentación que hizo que este bichito dejara
de ser naranja, Tierra, Universo. O por lo menos que se lo creyera. O que
preguntara. No creo que ninguna otra parte de algo se pregunte nada."
Yo era cuatro años mayor, o sea
que yo ya estaba en edad de entender esas ideas y Carla había logrado captar mi
atención. Cuando terminó de hablar miré a mi padre y vi las lágrimas. No me gusta
contar esto porque quedo muy mal, pero odié que Carla hiciera llorar a mi
Padre. La odié a ella y me distancié de él. No recuerdo con qué palabras
intenté descalificar y ridiculizar lo que ella había dicho y me fui sin mirar a
Papá.
La cara de mi padre con lágrimas
rodando por las mejillas y la boca cerrada todavía me duele. Porque con el
tiempo entendí que en ese instante endiosó a Carla. Ya la admiraba, pero en ese
instante ella se transformó para él en el sentido de la vida. Y que ocho años más
tarde cuando ella eligió tomarse ese frasco de pastilla y la encontró dura y fría en la cama, recién cumplidos los veinte, la puerta a la trascendencia se le cerró en la
cara.
El mío fue un duelo complicado.
Perdonarla y volver a quererla no era imposible, pero aceptar el universo que ella había descartado…? ¿No
sentirme culpable de ser la parte que pregunta…?
2 Comments:
Desde hace miles de letras escritas vengo observando un proceso de profunda humanización en tus cuentos. Siempre fueron sensibles, pero con la sensibilidad que le gusta a la gran mayoría de la gente. Hoy dejas en la superficie la humanidad que todos tenemos y pocos reconocen. Los celos, la envidia, el no querer llegar al fondo del cuestionamiento por las dudas de resultar que no somos ni tan buenos ni tan bonitos como nos ven o como creemos ser. Yo siento un gran privilegio de ser una espectadora de cómo madura hacia la sabiduría simple un escritor al que admiro hace solamente cuarenta años. Me encantó! Flor
uff...
qué bueno
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