Sunday, October 08, 2023

 

Los Cinco Cuentos del Mundial 2023

1

La consigna de la esquina

 

No sé si el bípedo que viene hacia mí es masculino o femenino. Veo un arma y me pregunto si será para defenderse o para atacar. Son los riesgos de las intersecciones de calles…  juntan a los que vienen de allá con los que nos cruzamos. Hay que ser amable en esa tierra de nadie, por unos minutos. Se llama el rato de la simpatía. Puede terminar a los tiros o en desenfrenado coito.

Nada de esto me lo advirtió google maps. Hubo que hacerlo presencial y anotar con papel y lápiz. Yo que ya me había habituado al home office, a la pornografía de robots, y a jugar los solitarios sin tener que mezclar las cartas a mano…

 

-             Odio las esquinas- me dice al llegar. - Y yo por experiencia sé que conviene contestar con una pregunta.

-             ¿Por qué no fuiste por el borde del río, entonces?- Le digo en tono comprensivo

-             Por la consigna. Hay que narrar boludeces  que ocurren en una esquina.  Odio las consignas más que las esquinas.-  Parece que es femenino y me inclino a pensar que el arma es para defenderse. Femenina diría, y linda. Lástima el aro en el labio. El arma es una cuarenta y cinco en la sobaquera.

-             ¿Estás en el mundial de escritura?-

-             ¿No es obvio? ¿Qué haría una chica linda como yo en un lugar como este?

-             ¿O sea que yo soy sujeto y objeto en esta consigna? Y vos también,  un espejo… Nos narraremos el uno al otro como en un duelo de pistolas. Eso podría ponerle algo de interés a la consigna más chata que vi en mi vida. – digo y me doy cuenta con algo de preocupación de que abandoné la táctica de la pregunta.

Se queda mirándome.

-             Me pregunto quién inventó esta consigna... - digo en un intento de volver a mi estrategia.

-             Yo me pregunto quién inventó la esquina..- dice ella y se el escote destella una curva terminal.

-             Me cabo de enamorar de vos. –

-             ¿Qué saben los hombres de amor?-  Ataca desde la curva

-             ¿Qué sabe la hoja de la tempestad? – saco de la galera

-             Bien ahí!. Te anoto un poroto. Podés besarme.

-             Pero… pará… gracias… escuchame… nada... en plan de… ¿vos decís? un beso no entra en la consigna. Sería como la víbora del principito que se tragó un elefante.

Ahí me besó ella. Uf. Perdón: que lo parió. Un descarga fulminante. Esta mina no besaba nadie desde que se inventaron los besos en las esquinas. De golpe, como un rayo,  lo hombres sabemos algo de amor. Estamos para escribir libros. Amor eterno. Mátenme en este instante que soy feliz. El beso no para. Sigue y sigue y va cambiando de colores en la oscuridad. Su pistola se frota, redoblando escalera abajo sobre mis costillas como en una tabla de lavar. Sus manos en mi nuca. Si Dios existe que nunca las saque de ahí, que nunca se vaya, que no pase más nada en esta esquina, que todo sea verdad y que no exista la literatura.

Pero sé que en algún archivo amorfo de la cibernética jungla que ha armado el mundial hay una cantidad de ceros y unos que cuenta los hechos de esa esquina desde su punto de vista. Sé que, ahí, soy apenas lo que aparento ser. Como una mariposa clavada con alfileres en el álbum del coleccionista, soy una de las boludeces que ocurren en una esquina. O, claro, menos,  tenés razón, a gatas la narración de una boludez, en más de 3000 espacios pero menos de 4500.

2

Idioma infantil

Profe, a usted le debe  pasar lo mismo ¿no? si compara la cara de su madre con las de las demás madres del mundo, está claro que son dos categorías diferentes.  A mí me criaron un montón de mujeres, pero una era mi madre. Hay algo en la mía que las demás no tienen. Se nota claramente en su expresión, pero hoy no tengo palabras que logren expresar eso. Bueno, ese será el tema de mi tesis: Quiero argumentar que hay un idioma previo a la lengua que nos inculcan  que queda relegado cuando aprendemos a hablar. Los demás nos convencen de que la palabra oficial es la que hay que usar, la que ellos entienden, la que nos va a servir para funcionar en relación con los otros. “Papá, mamá, agua, nene, guaguau...” y ahí vamos, como un buen pero, a repetir. Se da cuenta profe qué pobreza "REPETIR". Y en ese acto  van derrumbando una sabiduría maravillosa. La de las caras que los chicos miran con tanta atención. El infinito mensaje que leen en cada persona que miran. ¿Por qué no nos dejaron seguir por ahí…?  Ese sistema quedó atrofiado a los dos años de edad. Y allí  abandonamos un código de una riqueza infinita, sin límite de palabras o letras. Por decirlo de alguna manera erudita: un lenguaje que Borges no podría haber  limitado a la biblioteca de Babel.

-             Me parece que será difícil hacer una tesis en castellano sobre un idioma que murió a dentro de ti a la temprana edad de un año y que no registra signos para manifestarse visiblemente.  - dice el profe. Parce haber dormido poco.

- Según mi madre yo no hablé hasta después de los dos años, casi tres. Quizá me había dado cuenta que debía entregar el lenguaje  usado para que me dieran uno nuevo que era mucho peor que el mío. Pero al final se ve que trancé. Necesité del prójimo. Y acá me ve, profe, cercano a recibirme en lla carrera de Letras. - le digo pero veo que le gustaría eterminar la entrevista lo ates posible y no se presta al debate...

-             Fíjese cómo resuelve ese asunto, estimado… la idea no me parece mala, pero más para literatura fantástica que para tesis, ya que mencionó a Borges. -dice meintras ordena unos papeles sobre el escritorio como mensaje sutil.

- Profe no me va a decir que no estaría bueno hacer una tesis fantástica. Que en mi caso sería, para colmo, autobiográfica. Porque… no sé si corresponde que le cuente toda la tesis, pero mi caso es especial. Yo soy lo que literalmente se llama un hijo de puta. Me crié en un lupanar latino cerca de Nueva Orleans. He visto muchas caras en mi vida.

-             Ejem... Sospecho que… Mire, Benoit, este… considero conveniente… diríamos, aconsejarle,  para bien de todos,   que la tesis se mantenga dentro de los parámetros que rigen cualquier trabajo académico.- a las ganas de irse se le suman las gans de evitar cosas raras.

- Me gusta verme a mí mismo como el campo. ¿Usted ha oído que la gente para algunas tesis hace trabajo de campo? Yo soy el campo. Y el asesinato de mi madre fue literalmente lo que se llama un crimen de la gran puta. El hecho de que su cuerpo apareciera en el muelle del candidato a senador, le da a la tesis un toque histórico. Porque como quizá usted sepa, la noticia y el juicio estuvieron en todos los diarios durante un par de años.

-             ¿Usted, Benoit, es hijo de Madame la Guapa del Mississipi?

Efectivamente, su único hijo, creo. Y ella mi puta madre. Pero partida ella en ese escandaloso asesinato, sus compañeras, quien más quien menos,  ascendieron a roles muy maternales, y hasta las que llegaban nuevas sestablecían conmigo un amor incondicional que solo el instinto maternal puede motivar. Con el paso de los años y la variación del elenco se llegó a decir de mí que era un hijo de mil putas.

-             Sarcasmos aparte Benoit, sólo podré aprobarle el tema si tiene una columna vertebral de verdadero valor lingüístico o literario. No podemos dejarnos distraer por un contexto anecdótico (no lo tome a mal) folletinesco, con el mayor de los respetos.

- Es que la prensa tiene la culpa de eso, no yo. Le ruego, profe, que no se deje llevar usted también, por el amarillismo que invadió mi vida sin que yo tuviese culpa alguna. Para colmo, como sucede en todos los hechos que llegan a las rotativas, lo esencial fue reemplazado por la fórmula narrativa de los periodistas.

-             Solo recuerdo que el Gobernador perdió su elección a Senador.  Ni siquiera guardo registro si  lo declararan culpable o no.

Y en eso no se equivoca, profe. Porque el móvil era solo ese. Que no ganara. El periódico que lideraba con la investigación  y que todos los demás copiaban  estaba comprado. Ni bien se pasaron las elecciones,  la inercia del caso se fue diluyendo.  Pero yo lo viví de otra manera porque no leía los diarios. Y porque la defensa del gobernador trazó una estrategia que consistía en que yo descubriera cual de los clientes del Honey Moon o de mamá la había llevado y dejado su cuerpo sobre el muelle en que la encontraron.  Ese proceso me tomó cuatro o cinco horas por día durante dos años. Y esa será la columna principal de mi tesis.

-             No sé, Benoit, quizá deba usted recurrir a otro tutor para que lo ayude…

- Para su tranquilidad,  profe, no había una persona que entrara al Honey Moon que no fuera fotografiada por una serie de cámaras ocultas. Sin embargo como mi madre, y las demás siempre dijeron, el uso de esas imágenes está estrictamente destinado a la defensa y sólo en casos extremos se pasará de una amenaza. Alguien había encontrado la palabra “disuasorio”  en el diccionario y se la empleaba siempre al hablar del inmenso archivo de fotos de la caja fuerte.

-             ¿Todavía existe ese archivo?

Hoy en día es un disco duro. Yo lo he mirado alguna vez en estos veinte años, pero en aquellos dos años lo debo haber visto de punta a punta mas de mil veces. Dos o tres veces por día. Todas esas eran caras que yo veía desde mi silla en la cocina a través de un espejo de esos que permiten observar desde atrás. Allí yo me pasaba estudiando y leyendo y de vez en cuando levantaba la vista y veía los flirteos, las copas, los juegos de billar, y a cada uno de los que están en el archivo.

-             Yo creo haber acompañado a algún amigo. en una visita a la ciudad, a algún lugar como el que usted describe...  Usted sabe como es eso, cuando uno es un profesor itinerante y desean homenajearlo... Lo llevan a uno a todos lados... es difícl negarse...  ¿Le parece que puedo estar en alguna de esas fotos?

 

 

 

 

3

La parte que no Escuchan

               Estas  son las parabólica, solo para escuchar. Un aparato primitivo que existe desde principios del siglo veinte.  Con eso escuchamos lo que se dicen, pero con este otro que es el verdaderamente revolucionario,  tomamos mediciones de los cerebros y qué partes se activan. Es decir que podemos “ver” dentro de la psiquis del que supuestamente escucha.

-             Nah!

-             Increíble ¿no? A cien metros de distancia el hijo de puta, es un fierro increíble aún para el siglo veintiuno. Pero el secreto no está en el fierro… no tienen nada demasiado novedoso. Lo que anda bien es el software.  Miles de horas de hacerlo andar con miles de personas para que fuera aprendiendo por ensayo y error. Ensayo, error, corrección y aprendizaje…

-             Mirá, esa no la tenía.

-             Claro, pusieron  las cosas patas pa arriba, los turros… en vez de diseñar el aparato dejaron que se diseñara con el uso. Hoy en día te canta qué porcentaje de qué cosa que dijo uno fue realmente escuchada por el otro… de ahí en más con esa información puede hacer maravillas… el colmo para mí es que puede hacer un discurso usando las palabras y las ideas  que fueron dichas y no escuchadas de manera tal que si se lo decís de nuevo nada de lo que digas le sonará repetido. Me suena a burla. Pero nadie se queja. Ni sedan cuenta.

-             Pero tiene utilidades prácticas…  no sé, me imagino… Le estarán sacando algo de guita.

-             Claro. Se alquila. Pagan fortunas. No se vende ni por todo el oro del mundo. Y si el que lo alquila trata de abrirlo para estudiarlo se autodestruye y el que lo alquiló pierde una fortuna. Está en el contrato.

-             Están llenos de guita! Con razón me pagan lo que me pagan para usar mi terraza.

-             Bueno eso te lo gestioné yo. A veces regatean más.

-             Gracias, Max. Yo sabía que algún día ibas a servir para algo… jaja … por eso te dejaba copiar en geografía de segundo. Era una buena inversión.

-             Fuera de joda, me acaban de ascender. En esta misión hago todo yo, el relevamiento, la interpretación y el informe.  Ellos también se dieron cuenta que iba a servir para algo, jaja!

-             Mini Max al poder! Vamos todavía…

-             Boludo, y me pagan el doble a partir de este mes, el doble de algo que ya era bueno. Además si resuelvo este caso bien, un bonus de cinco sueldos.

-             Mierda! ¿A quién hay que matar?

-             Al asesino… 

-             Veo que estás confundido, el asesino es el que mata, no el que es matado.

-             Claro pero esto es una tarea de prevención. Hay que sacar de la ignorancia la sabiduría. Como quien saca de mentira verdad. El programa puede ver qué cosas quedan fuera del diálogo y tiene suficiente casuísticas previa como para saber el por qué. Entonces con algunos buscadores vos podés captar por qué se distrajeron en la escucha del otro. Y las causas generalmente son emocionales. Y las emociones provienen de data interesante. En fin, yo no lo entiendo, nadie lo entiende, justamente por eso trajimos el baúl ese. Ahí hay experiencia de miles y miles de diálogos  y el análisis de millones de horas de conversación mapeando cerebros. Eso es lo que va guiando la lectura de las actividades cerebrales.

-             ¿Pero me estás diciendo que la gente es toda igual?

-             No, pero, por ejemplo,  tras un siglo de estadísticas y veinte años de computación, en la autopista 23 del estado de Nueva York, las computadoras acertaron con un 83 % de éxito el lugar y hora de los accidentes antes de que ocurrieran.  Tomaron las condiciones climáticas, la densidad del tránsito, la hora del día, y algunos otros factores y bingo! Eso fue en 1998. Mi jefe era ejecutivo junior en la consultora que hizo ese trabajo y se enamoró.  Ja ja, es lo que antes llamábamos intuición femenina… pero electrónica…  Hay que creer o reventar. Él lo llevó a otro nivel.  Y agarró el viento de popa de la inteligencia artificial-

-             Pero lo del asesino es una joda ¿o no?

-             Es una vacuna. Allá abajo, en la quinta de eventos en que se casa hoy la hija de mi jefe van a estar todos los conocidos de él. Es decir la masa más grande jamás reunida de información sobre él y la fuente de predicción de su futuro más rica que se pueda encontrar.  A un tipo de su talento y su fortuna lo mira mucha gente. Y muchos tienen ideas sobre lo que les gustaría que le pasara.

-             Impresionante…  la verdad… es impresionante.  O sea que el tipo puede averiguar si lo quieren matar.

-             Eso ya lo averiguó en algún trabajito previo menor, saltó sin que lo estuviera buscando y con poca probabilidad estadística de certeza. Hoy estoy solo porque quiere que sea confidencial. De acá sale la posta.

 

Epílogo

 

El amigo le dice a Max que la única persona que podría matar a su jefe sin que salte en la investigación es el propio Max por no estar en ese casamiento.  Max se queda callado un rato. Tendría que tener un motivo, dice en voz algo más baja.  Lo mira a los ojos y agrega. Y un cómplice.

El amigo acepta por el 20 % de lo que ganen. Trazan el plan. La idea es quedarse on el invento.

4

El envase de Targuí

-             Pau, cuidado que hay un embotellamiento adelante.

-             Ok, gracias.

-             ¿Vos me ves?

-             Si estás a cien metros. Ahí pusiste luces intermitentes.

-             Sí… Esto va a tomar horas… es larga la cola.

-             Qué cagada. Si llego tarde las chicas se van a haber morfado todo, las conozco.

-             Debe ser un accidente…

-             Lo que más me preocupa es el Rogel que hace Marita, es lo primero que se acaba…

-             Te dije que viniéramos en un auto… ahora podríamos jugar un “Incauto”.

-             ¿Un qué?

-             Un Incauto.

-             ¿Qué es eso?

-             Lo mismo que el teto pero en el auto.

-             Sos un boludo.

-             Alcanzame que me quedé sin yerba. ¿A vos te queda?

-             Me estás haciendo el chiste tomamos mate o cogemos?

-             Jaja , no … también, pero me quedé sin yerba y esto va para largo.

 

Después de una maniobras que no cayeron muy simpáticas al entorno, Pau se puso a la par de Rasta y le pasó el paquete de Taragüí, yerba mate con palo estacionada naturalmente.

-             No puedo creer que comprás de esta que tiene un envase con plástico y aluminio que es imposible de reciclar.

-             Protege mejor la yerba.

-             No seas boluda… ¿toda la vida tomamos yerba en envase de papel y fuimos infelices porque no estaba protegida?

-             No rompas, Rasta. Si no te gusta devolvémelo

-             Ah… estás buscando la opción de que no haya yerba… jaja… si te conoceré!

-             Eso podría interesarme

-             Hubieras venido en mi auto y estaríamos aprovechando esta pausa… y el planeta se ahorraba todas tus puta emisiones…

-             Desde que tenés el eléctrico estas insoportable… después de toda una vida de emitir CO2!

-             Pará que enchufo que me estoy quedando sin batería.

-             Quien fuera celular para que me enchufes en el auto…!

-             Tirá esa chatarra en la banquina y te recojo!

-             Jaja… sos un boludo

-             Vas a ir igual a lo de Ana?

-             Si! No sé. Cuánto falta de esta amansadora?

Rasta sale del auto y se para con un pie adentro para mirar desde lo más alto que puede… Niega con la cabeza.

-             No se ve el final. Por lo menos, por lo menos, media hora, cuarenta minutos…

-             Qué horror.

Media hora después ven las luces de las ambulancias y los carteles de emergencias. Es un choque múltiple. Camión, varios autos, una moto…

Junto al murete central de la pana hay un cuerpo tapado con cartón corrugado, sobre un charco de sangre que parece estar creciendo.

-             Nadie quiso manchar su campera para taparlo- dice Rasta

-             Qué horror. – murmura Pau

-             Hace un rato estaba como nosotros pensando en llegar.

-             Mirá cómo quedó ese Corola… le hicieron la doble.

-             Tachame la doble

 

Avanzan muy lento y ven gente herida, grupos de personas que incluyen policías, bomberos, mujeres llorando, hombres sentados en el piso, un chico con un pañuelo en el ojo.

 

En el piso hay todo tipo de pedazos de autos,  vidrios, un sweater, una cartera, un atado de cigarrillos, unas botellas de gaseosa, y de pronto Rasta lo ve: un paquete empezado de Taragüí. Y yerba usada, húmeda,  desparramada por el piso interminablemente quieto de la autopista.

Rasta supera el último obstáculo y en el lugar que todos meten segunda para  salir de ahí, se manda hacia el murete y estaciona. Camina para atrás hacia el accidente. Agarra el paquete de yerba como alguien lo agarró de la góndola del supermercado. Es de papel.

5

La muerte en la letrina

En el medio del elegante barrio de Palermo está el infierno. Yo estuve. Regimiento de Granaderos a Caballo General Don José de San Martín. Es muy lindo. Lo visitan colegios y turistas. Los uniformes de gala rojos azules y blancos se usan constantemente con esos morriones que hacen aún más altos a los soldados y esas botas negras  relucientes, con espuelas plateadas.

Hasta que no querés levantarte de la cama por nada del mundo y los demás soldados te gritan, “¡Arriba, boludo, que nos bailan a todos!” entonces decidís hacerte el loco. Una idea que siempre está latente en cualquiera que no quiera hacer el servicio militar. Tirado en el piso gritando “las piedras, las piedras!” lográs que el Cabo Guarda se acerque y  te toque la frente.

-             Cuarenta y un grados – dice el soldado de la enfermería, un cordobés, estudiante de medicina. – Buscá la bolsa de rancho que te internamos. – Por suerte me acompañaron porque ya me costaba caminar.

La primera inyección fue muy dolorosa. Gran cantidad de antibiótico y aspirina. Muy espesa. La segunda, a las ocho horas fue en la otra nalga, también una tortura. Pero la tercera fue a dar en un músculo ya herido  y aunque eso  parecía imposible, dolió mucho, mucho más. Igual que todas las siguientes durante tres semanas.

El diagnóstico fue neumonía. Me había contagiado dos días  antes de otro soldado con el que compartía carpa, a quien una noche se lo llevaron con linternas. La fiebre bajaba con las inyecciones y después volvía a subir a niveles que nunca antes había tenido. Y cuando bajaba por la dipirona, sudaba tanto que empapaba sábanas frazadas y el colchón, y después quedaba tiritando de frío en una cama hecha sopa.  El dolor de cabeza empezaba cuando dejaba de sudar. Recuerdo que para ir al baño caminaba despacito, en cámara lenta, como un oso perezoso, porque el impacto de mis pies en el piso me sacudía el cerebro y el sufrimiento hacía picos insoportables. Al tercer día se me ocurrió lo de los diarios: antes de la inyección caminaba lento hasta una pila de diarios que había en el cuartito de limpieza y los distribuía sobe la sábana de abajo. Me acostaba sobre ellos. Al rato estaban empapados, y los tiraba al piso. Pero las sábanas quedaban secas y tibias y yo no tiritaba más como antes.

Al mes me dieron el alta.  Una semana más tarde tuve una recaída. Dicen que las recaídas son peores porque te agarran con poca reserva. Fue peor. Ahorremos los detalles: mucho peor. Al quinto día pesando diez kilos menos que el día que entré, tambaleante y a paso súper lento fui a las letrinas del fondo de la enfermería. Eran las tres de la mañana. El sargento roncaba en su cuarto. Lo demás era silencio, penumbra y tristeza. Por las ventanas  del baño entraba un poco de inquietante luz de algún farol de afuera que pasaba entre el viento  y las hojas  de los árboles.

Las letrinas del ejército no tienen puertas. Todo es público. En la tercera de la izquierda vi un bulto negro que se movía. Sin mucha energía para asustarme me detuve. Levantó la cabeza y apareció una cara bajo una capucha de un buzo negro. Con la certidumbre con que hubiera reconocido a mi madre supe que era la muerte.

Tuve absolutamente claro que no quería que eso estuviera sucediendo. Grité como se grita en las pesadillas, sabiendo que no sirve para nada. Primero grité que no pero en seguida me di cuenta que eso era demasiado obvio y poco convincente. Entonces grité ¡¡No soy yo… No soy yo!! -   y me dio pena lo débil, lo poco sonoros que eran mis gritos. Estaba dispuesto pelear y adopté una posición alerta  de luchador.  La luz bailaba en la cara de la muerte. Era alta, masculina y  feminoide, desdeñosa. Transmitía culpa y vergüenza.

Volví a gritar como si quisiera ahuyentar a un perro. No me acuerdo qué esta vez.

-             ¿Qué estás haciendo? - me dijo con voz grave y femenina. - Nadie llega a esta hora así -

A la culpa y la vergüenza se sumó el bochorno de ser el único cobarde.  Imaginé a todos mis muertos entregándose en paz. Dando el paso trascendente con dignidad y sabiduría. Pero mi voz seguía gritando con esa poca fuerza aflautada por la fiebre y el terror. Escupió minúsculamente hacia el costado como los futbolistas y pasando junto a mí, se fue por el pasillo oscuro. Me dio la espalda de una manera definitiva. Oí que decía (quizá era mi delirio) : "No entendiste nada. Quedate. Vos te lo perdés."

Supe que la muerte no cambia de idea más de una vez. Entendí lo horrendo de una vida sin riesgos, sin final. Que yo quedaría acá, carente de valor y nunca más vendría a buscarme. Y supe también lo desgraciado de ese infierno. Corrí tras ella pero no estaba. Salí a las calles del regimiento en pleno invierno, a buscarla,  descalzo, en pijamas. Los soldados de guardia me dieron el alto quien vive, cargaron los FAL, tiraron al aire y me tiraron a mí. Una y otra vez. Parecían divertirse. Las ráfagas sonaban como risas. De un lado, del otro, y yo seguía corriendo  en su búsqueda  para decirle que me había equivocado, que me arrepentía, que me perdonara y me llevara… pero no encontré la muerte. Nunca más.