Thursday, December 29, 2011

Los tres posts que siguen

Los escribí el mismo día pero obviamente el primero "Al mortal" que es medio tonto fue antes de ir a visitar la casa de mi infancia a la que se refiere el segundo. El tercero llamado "Punto" es un delirio que improvisé chateando con Jamie después de visitar la casa pero antes de escribir sobre esa experiencia. Tuve que levantarme a escribir el de la casa "Lajas blancas" en medio de la noche porque no me dejaba dormir.

Wednesday, December 28, 2011

Punto

La agresión es quizá pura timidez.
Hasta la violacion puede serlo tal vez.
La espada está hecha de pudor
la muerte de semilla
la distancia de beso apisonado
el arco iris de ciegos y cegueras
de náufragos a la deriva, las bañeras,
y lo demás debe estar hecho de espera

Los huracanes de la amnesia de las hienas
Y el presente
de ese punto
donde muerde
a la sombra del labio
el diente con el diente.

Lajas Blancas

Tengo 57 años.
Hoy visité la casa de mi infancia.
Viví en ella desde los tres y medio hasta los once.
Nunca había vuelto.
Tiene algunas modificaciones.
Yo también, sin duda, tengo un aspecto distinto al de entonces.
Pero nos reconocimos.
Nada ha cambiado entre nosotros.
Y cuando digo nada quiero decir que si bien no está la biblioteca de madera contra la pared y no está el sofá en que mi padre intentó sentarme en sus rodillas para decirme que Nora había muerto, yo sé, y siento que ella sabe, el lugar exacto en que me solté de los brazos de mi padre con un apurado “ya sé lo que me querés decir” y salí corriendo al jardín y pisé las lajas blancas que ya no están y el pasto desprolijo que ahora es abundante, homogéneo y parejo, corriendo a conocer con espanto como era el mundo sin Nora.
Hoy en día reconozco que Nora no era suficiente, que no me quería tanto.
Pero me quería, y un poco de amor incompleto es suficiente para sobrevivir, si uno se agarra fuerte.
Ella había tenido cáncer y había perdido a su marido y yo era un recién llegado. Ella estaba pensando en otra cosa pero me trataba bien y me enseñaba a lavarme las manos al volver de la calle y me hacía arroz con leche y me explicaba que no debía hacerme pis en la cama. Ella lloraba si yo le preguntaba por Atilio y a mi eso me daba curiosidad. Apenas me acordaba de Atilio. Su única hija, mi madre, los enterró jóvenes a los dos en pocos años. Y se salvó por poco de su propio cáncer en esa casa.
Yo pude querer a mis hijos mucho más de lo que fui querido.
Con ese amor volví a la casa que ha sido usurpada durante cuarenta y seis años.
La casa no habló.
Fue un soliloquio mío.
Como siempre, desde aquellos días.

al mortal

hoy le escribo al que se aburrió ya con al primera palabra.
lo adularé para que caiga en la trampa y después lo torutraré.
sé que ahora está leyendo para ver cuál es la trampa y cuál la tortura, creyendo que le sobra astucia, distancia y fuerza para no caer.
ojo, no te creas que sos vos... no te peines que no salís en la foto.
vos podés irte. solo uno es el que debe quedar hasta el final tremendo.
no mires para abajo a ver cuánto te falta o para ver si hay salidas de emergencia.
no trates de leer, en un rápido sobrevolar de párrafos, palabras clave que te expliquen la esencia de este texto sin leerlo.
...
...


te
dejo
un par
de líneas
en blanco
para que no
puedas mirar
tan fácil para
abajo sin sentir
un poco de vértigo

y
luego
preguntarte
preguntarte
un
par de veces
si ya
caiste en la trampa y sos el único tarado que llegó al final.


Las estadísticas demuestran que los que huyeron...
lo que abandonaron la lectura...
los que decidieron escapar de unas letras inanimadas
padecen de superstición:
cayeron en la trampa.
caminarán pálidos mañana por las calles,
sintiendo que la gente los mira,
que son víctimas de alguna maldición.
Al igual que los que valientemente se quearon hasta el final,
desafiando a un tarado.

Saturday, December 24, 2011

No quise entrar

Quien dijo dale?

Los bichos bolita no pidieron "levantá la piedra".

Envenené el despertador.

Me he afeitado hasta perder la curiosidad.

En la húmeda tierra de la base del cerco de ligustro en que jugaba en un jardín de mis cuatro años tomé una decisión de ser algo que no puedo explicar por que no cumplí aquella voluntad.

Desde algunos órganos largamente sometidos llega una rebelión en idioma incomprensible...
¿en qué lenguaje se puede cuestionar el poder del cerebro?

Quizas en ese idioma se pueda describir una puerta nueva.


Desde acá, a donde entré sin querer cerrando los días tras de mí, uno por uno... da la sensación de que estoy muy viejo para aprender idiomas.

Sunday, December 18, 2011

Mampostería de pájaro

El sueño del burgués Quienleshabla era almorzar con la familia un domingo soleado en la galería de la casa que se quería comprar, en un barrio cerrado y exclusivo (es decir que excluyera a los que amontonados en barrios abiertos e incluyentes dieran cuenta de su progreso y subrayaran, por contraste, el éxito socioeconómico y potenciaran la virilidad psicofísica de Quienleshabla).
Lo logró. Pero los sueños nunca son como las realidades a las que nos conducen y ese día, justo antes del postre, la suave brisa que los refrescaba trajo a sus pies un manojo de pequeñas plumas unidas por un enroscado trozo de pellejo de paloma que alguna fuerza había arrancado de la totalidad de la paloma en el proceso de llevar sus partes más nutrientes a servir en otro organismo.
Una gota de sangre fue lo que, a los ojos de Quienleshabla, puso el signo de admiración a un objeto casi intrascendente. La acción de suspender los vuelos de la paloma y transformarla en comida para mascotas había ocurrido, sin duda, instantes antes. La proximidad en el tiempo y en el espacio ponen énfasis en las experiencias y determinan el camino de los hombres. La sangre ni había coagulado aún. (Drácula y Coágulo son primos)
Quienleshabla no sintió dolor. Toda su estructura de sentimientos estaba orientada al éxito indiferente, no a las fauces de la gata negra que la señora de Quienleshabla desparasitaba cada tanto y que aún se relamía en el fondo del jardín con expresión de falsa modestia. No sintió dolor. Nah. No manotiés. Buen perro. Pero murió instantáneamente y resucitó al tercer día. Dijo que la había caído mal algo y quizás hasta él se lo creyó, pero cada baldosa tuvo que sacarse y volverse a poner. Imaginate las hormigas.
En el fondo lo único que quiero es pedir perdón y que se acabe este calvario. Punto. Y sin embargo estamos en medio de los fuegos artificiales y desde Babilonia y Atenas me llegan telegramas: cuéntennos que le ocurrió a Quienleshabla al ver la plumitas stop es de vital importancia que no deje ese punto a la libre interpretación del lector stop.
Y en su último paseo, el buen perro lame la mano: Les voy a contar: vio el diente de la gata, blanco y duro, haciendo del vuelo idealizado, un sorete denostado. (Hice caca, Mamá). Vio la bomba terrorista destruyendo la obra de arte y trayendo de vuelta a la tierra el misterio que el arte quiso traicionar. Vio el hambre satisfecho buscando trabajo de nuevo y sintiendo, gracias a todos los que me conocen, la aventura de la vida que los supermercados de lujo disimulan. Vio el tiempo completo y las telarañas del carpe diem. Vio su cuenta bancaria y no pudo reír todo lo que hubiese querido. Quiso agarrarse del recuerdo de (dios la tenga en su gloria) madre querida y vio una mona y una ameba y un silencio universal.

Tengo las plumas. Es decir, todavía el viento no las sacó del rincón. Quien quiera verificar la intrascendencia de Dios puede venir a verlas.

Thursday, December 08, 2011

Bang

Un error ocurrió en Frederica, Delaware, poco antes de Halloween: una mujer se suicidó colgándose de un árbol en el jardín de su casa. Los vecinos y personas que pasaban por la calle creyeron que era parte de la decoración macabra de la fiesta y la dejaron allí un buen tiempo.
Otro error: Un ingeniero francés había reunido todo el progreso tecnológico de su época en la construcción que hoy lleva su nombre: la torre Eiffel. A fines de los años cincuenta una fábrica argentina de medias de mujer optó por la marca “París” e imprimió la torre en el frente de los sobres plásticos que contenían su producto. Esa fue la primera vez que vi la torre y miré con atención el diseño. Me costaba entender cómo las mujeres se ponían medias de una forma tan diferente a sus pies. Ocurrió en Punta Chica, Buenos Aires.

Las piedras no se equivocan.
Para equivocarse hay que tener un órgano que haga una representación de la realidad, un cerebro. Cuando el cerebro reconoce que se alejó de la realidad en su interpretación de las representaciones que hace, los humanos llamamos a eso “un error”.
Las piedras no fabrican errores.
Los cerebros fabrican muchos errores por día.
Emerson Chu Jiménez, estudiante prodigio, candidato a PHD de la universidad de Cagliari, Kentucky, ha creado un algoritmo matemático que es capaz de redondear números de dos series desconocidas asimilando las varianzas que las diferencien y/o aproximen. Utilizando un valor random como variable default propone que en los grandes números las imperfecciones de la inestabilidad se “evaporan”.
Su primera aplicación del algoritmo ha sido calcular que si los errores que produce el cerebro tuviesen, en alguna dimensión que no conocemos, la dureza y el tamaño promedio de una piedra, los errores pronto superarían en cantidad y por lo tanto en volumen total, a las piedras. Aún tendiendo en cuenta que el aire y el agua, en esa dimensión tendría categoría de piedras.
Esto nos lleva a una inevitable conclusión y a una obvia pregunta.
La conclusión es que pronto en el universo el error superará a la realidad.
La pregunta: ¿nos equivocamos al distinguir a los errores de la realidad? ¿No se originan, acaso, en el Big Bang como cualquier otra cosa del universo?
Lo que estés pensando en el momento que se acabe esta lectura… ¿no es un descendiente directo de una poderosa explosión?